Sábado 24 de junio

Grandas – Toulouse 900 km


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Saliendo de casa

 

Después de varios meses dándole vueltas al asunto del viaje, por fin, a las diez de la mañana del sábado, Gelucho y yo salimos con dirección a Toulouse, con el sol caldeando la mañana y las nubes asomándose, tímidamente, por el este. Llevamos varias semanas de lluvia y para hoy las previsiones amenazan con fuertes aguaceros y posibilidad de inundaciones en el País Vasco con lo que, este sol nos sorprende gratamente porque íbamos preparados para lo peor.

Asciendo el Puerto del Palo abriendo la marcha, como siempre que viajamos juntos y con una extraña sensación de tranquilidad. Todo está bien, en su sitio, la moto revisada al detalle y el equipaje completo y bien colocado. Por lo general, cuando comienzo un viaje siempre tengo una especie de “sensación de olvido”, como si algo se hubiese quedado por ahí en un rincón de casa. Es una impresión un tanto desagradable porque me da la sensación de que es algo importante lo que se queda sin incluir. Sin embargo hoy, nada de eso sucede, al contrario: todo va como la seda.

Dejamos atrás Oviedo, Santander, Bilbao… siempre por la autopista intentando no perder mucho tiempo para llegar a Toulouse a tiempo de montar la tienda de campaña de día. Es una tienda nueva y, aunque no suelen ser difíciles de montar, la primera vez conviene hacerlo con luz por si acaso.

Paramos a comer en una gasolinera cerca de Bilbao donde compruebo, horrorizado, que el neumático trasero se está gastando más rápido de lo que yo había previsto, un hecho que, aunque redundante, no deja de sorprenderme. Una vez más, con solemnidad y resignación, maldigo apretando los dientes y acordándome de todos los que me habían dicho que cambiase el neumático antes de salir de viaje. Por otro lado, para animarme, pienso que mis viajes sin algúna vicisitud con los neumáticos, y ano serían lo mismo.

Como en Génova vamos a hacer una parada para saludar a un conocido de Gelu, del foro de ducatistas, tendré ocasión de cambiar el neumático, pero la duda es en qué estado llegará hasta allí.

Además comprobamos que la Ducati ha vaciado completamente el aceite del Scottoiler que, no solo vale una pasta, sino que no tenemos más. Había salido de casa con el depósito lleno y, supongo que por mala regulación, se ha vaciado en pocos km.

A partir de entonces aminoro un poco la marcha, pero solo cuando me acuerdo de la rueda. Voy un poco preocupado.

Las tormentas no han hecho acto de presencia, pero nos acompañan unos nubarrones negros que no pueden traer nada bueno.

Entramos en Francia por Irún y una nueva realidad nos sorprende: llenar el depósito pasa a costar 24 o 25 euros y cada dos por tres nos encontramos con un sangrante peaje. Así van transcurriendo los kilómetros, aburridos y eternos por las rectas y atestadas autopistas francesas. Como por arte de magia vamos esquivando todas las tormentas a nuestro paso, circulando siempre por el único lugar en que no llueve. Es como si la carrtera se empeñase en esquivar los nubarrones y se metiese por las zonas de claros.

Tras un sin fin de peajes caros y engorrosos, – para, quítate el guante, abre cremallera, saca dinero y ticket, recoge cambio, cierra cremallera, porte guate arranca – , llegamos a Toulouse y paramos en un área de servicio. En Francia las áreas son famosas por su cuidado entorno así como por la cantidad de servicios que prestan. Decidimos montar nuestro campamento en uno de los jardines pero, quedaba muy expuesto a las miradas y cambiamos la ubicación por un lagar apartado, debajo de unos robles y que apenas se veía desde la zona de surtidores y cafetería; al fin y al cabo no habíamos pedido permiso para montar la tienda por si nos decín que no estaba permitido.

Acampada en Toulouse

El lugar resultó ser todo un acierto y dormimos plácidamente en la primera noche de nuestro viaje. Nos hace gracia el hecho de haber esquivado el agua durante todo el viaje porque los cielos estaban muy, pero que muy negros.

 

Acampada en Toulouse