Las disquisiciones morales siempre tuvieron un gran atractivo sobre mi. Puede que sea por mi condición de amoral, por disponer de doble moral o por intentar comprender la moral del otro, opuesta en ocasiones a la mía. De cualquier forma se me plantean enormes dudas que fluctúan, mutan y se resienten con cada giro intelectual que intento darles.

Esto mismo me pasa con la Concentración Motauros. Hace unos días saltó la polémica, una vez más, con el boicot de algunos grupos animalistas (o no) a todo lo que se lleve a cabo, se celebre o se fabrique en Tordesillas, en protesta por el Toro de la Vega. Me imagino que a los lectores de España no habrá que explicarles en qué consiste la celebración del Toro del a Vega pero como en otros países quizá no estén al corriente de nuestros festejos patrios baste decir que se alancea un toro hasta que se consigue darle muerte. Esta fiesta, considerada por muchos salvaje y cruel, es el origen del boicot a todo lo que suene a Tordesillas.

Y aquí viene mi dilema moral: ¿asisto a la concentración Motauros o secundo el boicot? Desde algunos sectores del consumo responsable se propone ir más allá y no quedarse sólo en Tordesillas, sino rechazar todo lo que venga de la provincia de Valladolid y de Castilla y León, para forzar a sus vecinos a ejercer presión sobre los habitantes de la localidad. Medicina ética, lo llaman. Aquí cabría preguntarse por qué detenerse en Castilla y León pudiendo boicotear a los productos de toda España y hacer así mayor presión. ¿No somos acaso, los habitantes de este país, responsables en el mismo grado que los de León o los de Soria? ¿No tenemos el mismo nivel de culpabilidad uno de Los Ancares que otro de Miranda de Ebro? Ya tengo enunciada mi primera duda, los destinatarios del boicot.

Luego tenemos el asunto del Motoclub. Se llama Motauros y su logotipo es un toro, clara alusión al Toro de la Vega y a la afición local por el bóvido en cuestión. Desde el club se esfuerzan en señalar que nada tiene que ver una cosa con otra, que es una fiesta de moteros y allí no hay toros ni nada que se le parezca. Pero el logotipo es un toro…. Segunda duda existencial.

Si continúo horadando en los pros y los contras vuelvo a quedarme atascado, esta vez en la generalización. ¿Serán todos los habitantes del pueblo cómplices de la muerte del Toro de la Vega? Habrá gente, supongo, a la que le de igual o que, incluso, esté totalmente en contra de la celebración.

Y aún está el tema de la efectividad. ¿Sirve de algo hacer boicot a una concentración de motos, una maratón o unos polvorones para terminar con el festejo taurino?

Por último me pregunto si debo secundar el boicot cuando estoy usando zapatillas Nike, comprando en Zara, usando teléfono móvil con coltán y moviendo mi moto con el petróleo que patrocina decenas de guerras en todo el mundo sin que todo eso me afecte en demasía. ¿Debo, pues, abrazar una causa por encima de otras? ¿Debería abrazarlas todas?