Domingo 18 de junio de 2006-07-14 A lomos de la Yamaha Tenere salgo de Stirling a las nueve o diez de la mañana con el cielo encapotado y amenazando lluvia. Mi idea es visitar Edimburgo para luego seguir, en dirección sur, hacia Chester donde voy a quedarme uno o dos días en una casa del Hospitality Club. Al llegar a Edimburgo me llevo una desilusión porque había leído maravillas de esta ciudad y lo que voy viendo no me gusta gran cosa. Las grandes avenidas y, sobre todo, el extrarradio no me aportan nada nuevo, supongo que el centro, la ciudad vieja será distinto. 

Doy varias vueltas dejándome perder una y otra vez por el centro entre el escaso tráfico de un domingo por la mañana. Todo está muy tranquilo, parece que la ciudad aún no se ha despertado. Después de callejear un rato, siempre muy atento a los semáforos y a los cambios de carril, veo que la ciudad no me enamora a primera vista y decido perderme los encantos ocultos de, la que dicen, es una de las ciudades mas bellas de Europa. Otra vez será. En lugar de ir a buscar la confortable autopista M-74 que, junto con la M-6 y la M-5 atraviesan el país longitudinalmente, tomo una carretera nacional que va más al este, por Galashiels hasta Carlisle, la A-7. Poco tarda en comenzar a llover y tan solo un poco más en diluviar de modo que estiro las paradas todo lo que puedo y solo me detengo a repostar. Cuando me convenzo a mi mismo de que el aguacero va para largo, después de una hora de viaje, me pongo el traje de aguas porque el pantalón waterproff con el tiempo “hace aguas”. Parado en un apartadero en mitad de la nada y bajo una persistente lluvia, me doy cuenta de que he perdido parte de mi equipaje. Durante unos instantes dudo si dar o no la vuelta a buscar lo que haya quedado y al final decido volver a ver si se ha salvado algo. Afortunadamente, a los pocos km. encuentro mi bolsa de basura despanzurrada con parte de su contenido mirando al cielo que arroja agua sin compasión. Después de evaluar los daños veo que no hay grandes bajas así que recojo todo, lo fijo con más seguridad a la montura y continúo ruta. En Carlisle, harto de lluvia tomo la M-6 y el viaje continúa su aburrido ritmo hasta las cercanías de Manchester donde el cielo parece haber agiotado sus reservas de agua.Llevo unos 350 o 400km, de los cuales 300 han sido bajo variadas intensidades de lluvia. En poco más de una hora estoy en Chester buscando la casa de Gricel, una chica cubana que me brinda su casa para hospedarme. Lo que voy viendo de la ciudad me deja anonadado por su belleza.  

Más tarde, paseando por el canal, por la muralla romana o por sus calles plagadas de historias, no doy crédito a lo que veo. Es una ciudad de cuento donde una postal preciosa aparece al doblar cada esquina.

 

 Las casas del centro histórico son algo increíble, todas blancas con sus vigas pintadas en negro, todas encandilando al visitante con su belleza. Una vez más tengo un recuerdo para los arquitectos españoles del feismo, a los que Alá confunda.  

Mientras Gricel me muestra muchos rincones de ensueño, no puedo dejar de pensar que a la ciudad, aún siendo una maravilla le falta algo. Ya sé, le faltan los bares!. En España una ciudad como esta estaría llena de bares, de restaurantes, de terrazas… aquí la mayoría de los establecimientos son tiendas donde los ingleses revierten su altísimo poder adquisitivo. Yo, como no soy ingles, me conformo con mirar. Paseamos por el canal con sus decenas de exclusas, bordeando la muralla para terminar el día con una pinta de Ginness en un típico pub inglés al lado del río. Chester no es una ciudad peligrosa, pero, como en todos sitios cuecen habas, Gricel me sugiere que guarde la moto en casa. Así que, ni corto ni perezoso, le quito las maletas al trasto y, con gran tiento, la moto entra por la puerta principal, quedando cómodamente instalada en un típico salón inglés con chimenea. Me pregunto que pensaría el marido de Gricel si supiera que hay un hombre y una moto en su casa, tomando el té en su salón y saliendo a pasear con su chaqueta Northface. Afortunadamente el hombre está en Barcelona y no regresa hasta el martes. Disfruta del concierto, majo. 

Al día siguiente, antes de irme, vuelvo a pasear por el centro buscando un tienda de fotos para descargar las tarjetas de la cámara a un CD. Vuelvo a quedarme embelesado con todo esto. Pero el correctísimo dependiente me saca de mi ensoñación. La grabación del CD me ha salido por 7 libras esterlinas. – Hijo de puta atracador- , pienso mientras le extiendo un billete de diez con la mejor de mis sonrisas. Si algún día, sufrido lector, vas a Inglaterra, acuérdate de pasar por Chester. Jamás olvidarás sus calles.

  

 

 

Stirling-Chester 500 km. aproximadamente