Si alguna duda tenía de que los hipsters están llamados a dominar esta década, se disipa cada vez que salgo de casa a recorrer el mundo más inmediato. Me encuentro con ellos en todas partes y cada vez son más. Sus signos identitarios, día a día, más evidentes.

Las mismas barbas, los mismos peinados ultramodernos, la misma ropa, las mismas poses y el mismo postureo. Da igual que esté en Oviedo, en Atenas o en el hotel Hilton de Kudasi, los hipsters lo han tomado como hogar y su homogénea presencia se deja sentir en cada rincón.

Estas modas urbanitas (todas las modas son de ciudad) nacen para diferenciarse del resto, para crear una imagen de calidad, para proyectar hacia los demás una orla de exclusividad. En realidad creo que lo que se persigue con esto de las modas tan visuales es sólo follar pero, sea como fuere, lo que al final consiguen es todo lo contrario de lo que persiguen, que la marca sea tan homogénea que hay que cambiar de tendencia e inventar otra cosa porque ya no hay originalidad. Al menos a alguno le habrá servido para lo que comentaba antes. Es un consuelo.