máquina de escribirCon la proliferación de blogs viajeros, en esto de la moto me refiero, parece obligatorio que cada uno de nosotros tengamos la necesidad de exhibirnos con cierta impudicia. Qué os voy a contar yo,  que llevo en esto de Internet desde el año 95. Hablo con conocimiento de causa. Hacemos un par de salidas en moto y nos lo pasamos tan bien que sentimos la necesidad de compartir eso con todo el mundo. Conozco la sensación y la cultivo.

Y desde que llevamos un tiempo en esto, desde que nos aplauden la espalda varias veces y nos crecemos, queremos ir un paso más allá. También conozco ese cosquilleo. Pero entonces nuestra impudicia viajera parece ir perdiendo su razón de ser y necesitamos buscar un “motivo”, una razón última que justifique nuestra necesidad de contar cosas. No nos damos cuenta de que no hace falta ninguna disculpa. Contamos por que nos gusta contar y eso debería de ser suficiente.

Pero no lo es y entonces aflora en nosotros un cierto sentimiento de egolatría, empezamos a gustarnos y queremos ser “un poco más grandes”. Para ello dotamos a nuestro blog de un fin, de una búsqueda de realización personal que pretendemos lograr a través de ese fin último. Algunos nos hacemos émulos de Miquel Silvestre y comenzamos a buscar la historia de nuestra comarca o provincia a lomos de la moto. Buscamos en la Wikipedia, nos empapamos de saber y volcamos nuestra ruta en el blog perlada de erudición de segunda mano. Y a veces se nota mucho, canta. Nuestro estilo desenfadado y medio torpe, de repente, se convierte en sapiencia impostada. La hemos jodido.

A otros nos da por encadenar conquistas; pueden ser los puertos de montaña de la comunidad, los bares de putas de la zona o los astilleros de ribera. Cualquier disculpa es buena, cualquier cosa sirve para dotar de sentido a nuestro blog. Nosotros, que empezamos a escribir como un juego, como una tarea sin más pretensiones que compartir aquello que nos hacía sentir tan especiales, ahora estamos inmersos un una serie de cruzadas en las que, además, pretendemos enseñar a los demás algo de lo que no tenemos ni idea.

Podemos visitar todas las centrales nucleares del país y explicar en nuestro blog física de partículas subatómicas para ser divulgadores y originales pero no dejaremos de ser unos impostores. La verdadera esencia de un blog reside, creo yo, en la honestidad. Podemos escribir mejor o peor, tener faltas de ortografía, errar en nuestras apreciaciones pero, al menos, mantendremos nuestra dignidad intacta. En el momento en que transformemos nuestro blog en el reflejo de lo que no somos, nos habremos convertido en unos impostores y estaremos fracasando como blogueros, como comunicadores y como personas.

P.D.: Dedico esta entrada a Álex, que está empezando con su blog y conviene que se mantenga fiel a su línea argumental sin perderse antes de iniciar el viaje.

Álex Viaja en Moto