Lo primero que se me viene a la cabeza cuando pienso en scooter es mi primer accidente de moto. Debía tener dieciséis o diecisiete años y la poderosa llamada de lo femenino acudió a mi en forma de belleza curvilínea. A ella también le gustaban las motos y al igual que a mi, se le hacía difícil resistirse a las sensuales curvas de cualquier cosa que tuviese dos ruedas y un motor. 

Una tarde de verano, de esas en que el tiempo pasa tan despacio que crees que vas a ser eterno, vimos la Vespa de mi primo aparcada sin vigilancia aparente. Ella dijo que le encantaría dar una vuelta y yo, a pesar de no haberme subido nunca en una moto “de marchas” la invité solícito. Creo que si me hubiera pedido que me tirara al embalse lo habría hecho sin pensarlo ni un instante.
Después de un viaje corto en el que su abrazo era el premio que justificaba mi delito, a los trescientos metros, los dos rodábamos por el suelo en la plaza del pueblo. Triste final para una relación que ni siquiera había comenzado.
A pesar de que el glamour de aquella tarde de verano en Vespa quedó truncado de forma abrupta, aún me siguen gustando los scooters. Son vehículos elegantes y prácticos, cosa que en raras ocasiones suele ir de la mano. En una ciudad, cuando la atravieso cargado con las maletas y con los ojos puestos en todo a la vez, los veo pasar sorteando el tráfico, ágiles y veloces, y la envidia me asalta.
He visto scooters en las situaciones más variadas y a caballo de estas máquinas se han corrido aventuras pintorescas y especiales. Como el participar en el Paris-Dakar con una scooter calzado con tacos o la archiconocida historia de Dulcinea, la Vespa española que dio la Vuelta al mundo en 79 días.
Viajar en un moderno scooter nada tiene que ver con aquellos viajes en Lambretta o en Vespa que relatan nuestros padres. El pertrecharse con papel de periódico, manta de linóleo y paciencia eterna para superar la ruta ha dado paso a desplazarse en scooters rápidos y fiables, de cilindradas impensables hace unas décadas. Del mismo modo, y aunque hoy sea impensable ir tres o cuatro en la moto, viajar con pasajero y equipaje para dos personas es algo sencillo y bastante habitual con un scooter. Por cierto, para viajar con pasajero en Mutua Madrileña tienen recopilados una serie de buenos consejos para circular a dúo.
Es el scooter un paso anterior a “la moto grande”? No necesariamente. Las ventajas de los primeros, léase menor consumo, facilidad de mantenimiento o seguro más barato, pueden hacer de este vehículo la moto para todo. Si vives en una ciudad las ventajas son más que evidentes. Si, además, tu necesidad de viajes es esporádica o una gran moto rutera se te sale de presupuesto, un scooter puede ser una excelente opción.