Por Josín Castro.

“Chaval, rozaste el larguero. A partir de ahora hasta que yo te diga, de la cama al sofá y del sofá a la cama, no quiero más esfuerzos”…me decía aquel cardiólogo mientras mis pupilas se perdían en el blanco de su bata. Esas palabras retumbaban en mi cabeza como si se tratasen de un martillo pilón mientras apenas oía lo que me estaba diciendo a continuación. Mi mente trataba de asimilar aquello de alguna manera mientras aquel hombre seguía hablando, pero le resultaba imposible. 

¿Porque?, me preguntaba día tras día. ¿Porque? si yo siempre me he cuidado, nunca he fumado, no tengo antecedentes…..¿porque?, seguía preguntándome hasta que me vi tumbado allí, en aquella camilla, en aquel para mi, frío y gris quirófano. 

Josín, rozando la felicidad

¿Estás nervioso? Me preguntó el cardiólogo. ¿A usted que te parece? La primera vez en mi vida que voy a médico, y mire dónde estoy. Si quiere luego se tumba usted aquí y le meto yo esos cables en el corazón, a ver cómo va de nervios… le dije mientras se nos escapaba una pequeña carcajada, la mía por supuesto, mucho más nerviosa que la suya. 

Una arritmia ventrícular que según el doctor, a punto estuvo de causarme la conocida muerte súbita, era lo que me tenían que corregir aquella tarde del 16 de marzo en aquel gris y frío quirófano. 

El destino me abofeteaba así, en frío, de repente, sin darme tiempo a pensar, a reaccionar, a asimilar todo aquello. Me decía que la vida se puede ir así de rápido, cuando menos te lo esperas, sin ninguna explicación ni respuesta, sin ningún porqué. Un día se te va, y adiós, todo se queda aquí, menos lo vivido. 

Tras unos meses de medicación y recuperación, al finalizar una de las pruebas, el cardiólogo me dice lo que yo menos deseaba oír.¿ Estás preparado para volver quirófano? Sí, pero que sea rápido, por favor, le contesté sin apenas darle tiempo a acabar sus palabras. 

Sólo deseaba que aquel tormento pasase cuanto antes, y por supuesto, que pasase bien. 

Meses después de aquel 23 de noviembre, todo parece ir correctamente, aunque ya nada es igual. Esa bofetada que me dio el señor destino, algo cambió en mí. Reseteó mi corazón, y con el mi vida, mi pensamiento, mi sentir, mi vivir…..mi todo. Barajó de nuevo mis cartas. 

Una vez pasada la tempestad, decido irme de viaje, aunque aún no tengo bien definido dónde. Hablo con mi buen amigo Jorge Viyella, que se ofrece a dejarme una moto allí, en Argentina, para recorrer ese grande y maravilloso país. Creo que es una magnífica idea, me encantaría volver allí, y me pongo a mirar los lugares y las carreteras que Jorge me recomienda. 

Esa misma mañana, sentado delante de mi portátil con el Google Maps abierto, introduzco el nombre de una localidad de la región de Salta, al norte del país andino, y por algún motivo que aún no me explico, el mapa se abre en una carretera de Gambia, en África. Coñooooooo!!!!se que no suena bien, pero fue lo que me salió del alma en ese instante. Tenía tantas tantas ganas de ir al África negra….. 

Seguí mirando aquellas carreteras gambianas, que me llevaron a otras senegalesas. Estas a otras malienses y pensé, ¿porqué no me voy a Africa? Siempre quise bajar más allá de Marruecos y todas esas veces que me lo planteé pensaba que no era el momento, que ya llegaría. Pero esta vez era distinto, y algo en mí me decía que sí era el momento, que todo a mi alrededor había confabulado para que este, sí fuese el momento. Mi pequeño motor estaba ya afinado, mi vida reseteando, e irme allí, a África, donde todo empezó, creo que es lo mejor para mí, ir al principio de todo era la mejor idea. 

Quizá el destino movió sus cartas y me trajo hasta aquí Quizá la vida me está preparando para una nueva etapa, así que no lo voy a desaprovechar, me voy a África. 

África es la continuación de aquel “Chaval, rozaste el larguero …”, y es la continuación porque siento que aquí, todo empieza de cero, igual que aquella tarde en aquel gris y frío quirófano. 

Parece que por aquí no pasó la maldad, la avaricia , parece que aquellos famosos pecados capitales se fueron y desaparecieron para siempre con Noé, en su arca. 

La mayoría de la gente apenas cubre sus necesidades básicas. Tengo en mi mente, después de dejar espacio libre de “mi otra vida” aquella conversación con una mujer senegalesa, ” Jose, los africanos no ganamos mucho dinero, pero cubrimos nuestras necesidades básicas y siempre tenemos una sonrisa en la boca. Cuando os miro a vosotros, los europeos, no veo esas sonrisas, a pesar de ganar más dinero en la mayoría de los casos”. 

Esa conversación me llega al alma, es una lección que equivale a dos cursos de universidad, y me va a dar para analizar durante una buena temporada. 

Voy en mi moto, con la pantalla del casco abierta para oler, cuanto más mejor, los olores también hablan, contienen mucha información, y se quedan para siempre en la mente. De hecho, está demostrado que el olor, es el sentido que a más recuerdos te acerca. Cada poco aparece a ambas orillas del camino un poblado, ese que yo tenía en mi mente de casas de adobe cilíndilricas con techos de paja. Cuando me voy acercando algunos huyen corriendo al escuchar el motor de mi moto, y otros corren hacia el arcén haciendo aspavientos con sus manos, y no puedo evitar el parar en la mayoría de los casos, lo que lógicamente, unido al estado de las carreteras, donde 

las hay, retarda mucho el trayecto, pero lo enriquece, lo alegra, al fin y al cabo, esto es África y aquí, no existe el tiempo. 

Hay personas de todas las edades, aunque la mayoría son niños y niñas que miran estupefactos, como si hubiese llegado un marciano. Te tocan, tocan tu moto, te miran con ojos casi desorbitados y por supuesto, sonrien, sonrien de tal manera que es inevitable corresponderles, incluso en algunos casos alguna lágrima se escapa entre las sonrisas, lágrimas de emoción, 

de alegría de estar percibiendo esa sensación que me sería imposible plasmar en un papel con
mis palabras. Sus pies descalzos no les impide saltar de un lado a otro, correr por esa tierra pedregosa a buscar a sus amigos, primos, padres o abuelos. Todos salen a saludarte, te abrazan, te piden que entres en su poblado a beber agua, a comer, tomar un te o incluso a dormir. Te piden que les saques fotos, e incluso en algunas ocasiones el “fotógrafo oficial” del grupo, que es el que tiene un teléfono móvil, te la saca a ti una con su gente…Todos parecen tener una especie de baile de bienvenida preparado. 

Ahí, en esos pueblos de la bellísima Mali, me di cuenta que el África negra, no es tan negra, es un África muy colorida. Sus vestidos y atuendos lo dicen. Aquí me di cuenta que el color negro, es muy colorido. 

Esto equivale a otros dos cursos universitarios, y a muchas horas de pensamiento para mi reseteo cuando esto tenga su punto y aparte. 

Cuando viajas expuesto a tus sentimientos, a tu intuición, ellos te guian. Al llegar a Koliokoro, ciudad donde dos semanas atrás habían metido dos coches con 500 kilos de explosivos cada uno, en un cuartel militar de contingencia española, te das cuenta que algo no marcha bien. El sentimiento que percibes enciende la alarma de tu instinto. Se siente algo distinto que te dice que alguna cosa no va bien así que, después de dar una vuelta por el lugar, vuelvo a Bamako, mi maravilloso lugar de estancia durante unos días. 

Mali, ese maravilloso país que describirla con una sonrisa multicolor, país al que mucha gente me recomendaba no ir pero que me ha marcado profundamente, y me ha enseñado la importancia de viajar. Viajando se van derrumbando mis prejuicios del mundo, y de las gentes. 

Gracias Mali, empezar de cero en ti ha sido muy importante… 

Algo similar a Mali me ocurría en Mauritania, esa República Isalámica a la que nos prohibimos ir por recomendaciones de terceros que en la mayoría de los casos, no han estado ahí. Mauritania no tiene el color de Mali, ni quizá esa sonrisa tan grande de los Malienaes, pero los mauritanos si tienen esa misma gentileza, esos mismos recibimientos donde es raro que, una de esas personas tapadas hasta los ojos con su turbante, si, ese del que te dicen que tienes que correr porque te va a secuestrar, te manda apearte de la moto y adentrarte en su casa, en su jaima o donde quiera que esté, e invitarte a esa octava maravilla del mundo que es el te mauritano, mientras cada uno de ellos emprende contigo una de esas conversaciones tan entretenidas y generosas, que da pena terminarlas. 

Dejando Mali puedo asegurar que con mucha nostalgia, me adentro en Senegal y luego en Gambia. Ya intuyo, por el carácter de sus policías fronterizos, que va a ser genial. Cuando esperas algo genial, atraes algo genial. Aquí sigue el colorido de Mali, y siguen sus sonrisas blancas en esos delicados rostros negros. No me impacta tanto como Mali. Pienso que es lógico. La primera inmersión es la más fuerte, pero la esencia que me trasmiten sus gentes, y ese colorido siguen intactos. 

Observo también lo mismo que en poblados anteriores, África se mueve gracias a la mujer africana. La mujer aquí es el motor, es lo que hace en su mayor parte que este continente siga en marcha. Puedes observarlas por los bordes del camino acarreadas de montones de utensilios en sus manos. Encima de sus cabezas cargas que yo no sería capaz de portar con mis dos manos. Las niñas ayudan, sacan el agua den los pozos que luego transportan las mayores, mientras los niños juegan con lo que pueden y los hombres, en su mayoría, descansan debajo de la sombra del árbol que marca quizá, el punto de reunión del poblado. África nombre femenino de origen griego significa cálido, expuesto al sol. Pero África es femenino, África es mujer. Y a África la mueven sus mujeres. 

En la región de Casamance, lindando ya con Guinea, tengo el placer de conocer a Enric, un hombre catalán afincado y casado aquí. Èl me explica bien cómo funciona aquí la vida, y me ayuda a comprender un poco mejor la idiosincrasia de estos lugares y estás gentes. Su mujer, senegalesa, es encantadora, como todo en Senegal, y me dice que el sueldo medio de una persona aquí, ronda las cien mil cefas , o sea, en torno a los 150 euros al mes. Me puedo imaginar lo que es vivir así. La picaresca agudiza el ingenio y buscan todo tipo de artimañas para conseguir unas cefas de más en cualquier cosa que te compres. Mirándolo bien, es lógico y normal. Cuando le miras con esa cara de “me estás engañado”, ellos te miran con esa de “me has pillao”… Como decía, la maldad parece no haber pasado por aquí. 

Más de lo mismo ocurre en Gambia. Un sueldo normal me dicen que es de unos, 2500 – 3000
dálasis , que viene a estar entre 48 y 52 euros. Que le pasará por la cabeza a alguno de esos camareros que entregan cuentas a sus clientes por un importe mayor a su sueldo mensual…intento imaginarlo, pero me cuesta. Los poblados repartidos a orillas de las carreteras y caminos, comparten pozos de agua, muchos de ellos, financiados por ONG’s españolas. También es cierto que no en todos esos grupos de pueblos hay estos pozos de agua, sí en la mayoría, pero no en todos, lo cual hace que donde no los hay, tengan que desplazarse más para recoger agua. 

Lo que sí hay, y muy bien repartidas, son antenas telefónicas. Esas sí que no fallan. Eso hace que todas esas personas que ahí habitan tengan acceso a teléfono móvil y televisión. Es raro no encontrar en uno de esos poblados una cabaña con televisión, emitiendo videoclips musicales de bailarinas y raperos africanos llenos de colgantes y pulseras de oro. Es raro no ver un póster de jugadores de fútbol de origen africano como Eto’o, Mbappé, Drogba, etc, o incluso del excéntrico boxeador Mayweather tirando billetes de 100 dólares por la ventanilla de su Limousina. 

Es raro no ver a alguien mirando en Facebook las ficticias vidas de miles y miles de personas ” del primer mundo”. 

Nosotros mismos, con esas antenas que para algunos claro está, son más importantes que aquellos pozos de agua, les estamos invitando a venir a “un mundo mejor”, donde todo parece ser fantástico y maravilloso, y después, cuando algunos de ellos vienen acudiendo a esas llamadas, les damos una patada en el culo y los devolvemos a sus poblados, a seguir mirando en sus móviles, las zapatillas con tacos de oro de Balloteli, mientras ellos andan descalzos por aquellas piedras. Es algo complicado de entender, y más complicado de resolver, claro está. 

En definitiva, África cambió mi yo interior. Después de empezar de cero en aquel quirófano descolorido, mis primeras emociones recibidas en este continente calaron en mí como a un niño le calan sus primeras percepciones de la vida. 

Algo de mí se ha quedado allí, y eso me hará regresar, muchas veces mentalmente, y seguro que otras muchas físicamente. Me hará dudar si es este nuestro mundo el primer mundo o si, por el contrario, el primer mundo está desde siempre allí. Me hará pensar si volver a preocuparme
por perder mi móvil, porque mi portátil no funciona bien o porque mis zapatillas Le Coq Sportif ya tienen un modelo nuevo. Me hará valorar más aquellas cosas nimias para nosotros y a la vez, sin darnos cuenta, tan imposibles para otros, como darle a una palanca y tener agua, agua fría
a un lado y caliente al otro, por abrir la nevera y tener el lujo de escoger la comida y la bebida, apreciar que si me encuentro mal, voy al médico que tengo cerquita de mi casa y me dará algo para mejorar. La mayoría de las mujeres que mueren en ciertos países de África lo hacen por infecciones después de dar a luz, y no tener ni quién ni con que curarse. Eso tan normal para mí, es inexistente para otras gentes. Me hará decir y expresar mis sentimientos hacia los demás, hacia quienes me rodean y hacia quienes tanto quiero porque, decir un te quiero no cuesta nada, y vale mucho…quizás mañana no tengamos oportunidad de decirlo….