Es curioso como, después de varias horas sobre la moto, con todo ese tiempo precioso para ir pensando un tus cosas, para ir haciendo planes, divagando… hay veces que el paisaje va tomando una dimensión un tanto “inquietante”. No es algo que dé miedo, ni que produzca angustia pero sí que uno siente una cierta inquietud cuando pasa esto. Me estoy refiriendo a los “agujeros de gusano”, aberturas espacio-temporales que conectan lugares del globo distantes entre si.

Hoy, sin ir más lejos, venía yo rodando a unos placenteros sesenta kilómetros por hora, sintiendo como míos los siete grados de temperatura y con la espalda guarecida por los pechos de mi esposa cuando, sin que mediase aviso alguno, se abrió uno de esos agujeros de gusano. Es algo fugaz, rayano con la impercepción pero yo, que siempre estoy al quite en estos asuntos, los cazo al vuelo. No conseguí identificar de forma fehaciente el otro extremo del agujero porque apenas si tuve tiempo de vislumbrar la conexión. Además, como siempre llega de improviso  nunca te pilla preparado.
El caso es que, como contaba, venía yo a lo mío por la antigua N-632, negociando curvas y dejándome arrullar por el sonido del motor cuando, en un giro a izquierdas se abrió uno de esos “dejà vu”. Inmediatamente, y por espacio de unas centésimas de segundo, me vi transportado a otro lugar conocido, a otra carretera lejana. Ni ahora ni entonces estuve seguro de qué carretera era aquella a la que me asomé fugazmente. Creo que podría ser Croacia o Serbia, jamás lo sabré. Pero conseguí asomarme.
Luego, durante un breve lapso de tiempo, fui disfrutando de esa sensación, intentando recordar el lugar exacto que, esa curva en ese preciso instante, trajo a mi mente. Trabajo inútil pero agradable.
Ahora lo suyo sería ir a Croacia o a Serbia e intentar localizar el punto exacto para ver si allí también estaba abierto el agujero de gusano… Ardua tarea.

Me imagino que es algo que le pasa a todo el mundo cuando viaja, el que tal o cual curva, aquella casa del borde de la carretera o ese paisaje concreto, te recuerdan a otro sitio que conoces y, como en un “dejà vu”, acuden a ti recuerdos de aquel otro viaje y sientes como si te transportaras un instante a aquel otro lugar. Cualquier pequeño detalle basta para activar el mecanismo. O la combinación de unos cuantos: el sonido del motor, la inclinación de la moto, los grados de la curva, los árboles del fondo… O quizá el agujero de gusano se abre realmente…