Fernando El Búfalo

Llevo ya muchos años en internet, desde el 95, creo recordar, y en este tiempo he conocido a muchos viajeros, llamémosles, “especiales”. Y también antes de la era digital. Recuerdo, de niño, decenas de viajeros hippies, al estilo de “Hacia Rutas Salvajes”, personas que se buscaban a si mismos y la comunión con el mundo.

En estos últimos años, con la expansión de internet hasta lo más íntimo de nuestras vidas, la profusión de relatos, de imágenes, de retazos en fin, de todos esos viajeros repartidos por el mundo es algo exponencial de modo que los aficionados a los viajes y a los relatos de viaje corremos el riesgo de vernos saturados.

A veces los diarios de viajes parecen calcados unos de otros. Carentes de calidad literaria y de originalidad, no dejan de ser un diario de adolescente o un ejercicio de autoestima elevado a la enésima potencia.

Otros son sublimes, hermosos. Viajes interiores compartidos con el resto del orbe que nos ponen los pelos de punta, que nos hacen reír o que nos llevan al llanto emocionado.

Con los viajes en moto ocurre lo mismo. Los hay buenos, regulares y malos. No el viaje en sí mismo, claro, sino la forma de contarlo.

Algunos nos saturan de información que no nos ofrece nada nuevo a los lectores y seguidores. Otros son tan místicos y tan intimistas que no nos animan a seguirlos.

Y otros, son tan raros, tan ditirámbicos y tan locos, que nos llaman la atención de forma irremediable.

Uno de estos viajes adacadabrantes  es el de Fernando, El Búfalo, un tipo al que conocí de casualidad y del que quedé prendado de inmediato. Podría hablar de lo simpático que es este tío de Cádiz, cargado de los tópicos gaditanos y de los dejes del Sur. Pero no, no es eso. Ni tampoco su forma de escribir, alocada y cargada de inmediatez. Ni su serenidad de ánimo, si la tuviera. Y mucho menos su estabilidad emocional que es como una montaña rusa.

Que va.

Ni creo que sea el hecho de viajar siempre “a la quinta pregunta”, con el dinero justo para pasar el día. O su falta de planificación seria, dejando un porcentaje muy grande a la improvisación.

No.

O si. Igual es una mezcla de todo eso lo que me impele a seguir las peripecias de un tipo que parece medio loco en sus no menos alocados viajes por el mundo.

No te engañes, el tipo no está loco aunque a veces no sepa muy bien si va o viene. Necesita compartir su estado de ánimo, sus momentos bajos, sus días de histeria, sus llantos y su viaje. Y lo hace de la única forma que sabe: dándolo todo de forma espontánea. No busques, si lo sigues en su viaje, preparación de escenas, fotos de calidad artística incuestionable o vídeos de impecable factura. Todo eso ya llegará en su momento. Si lo sigues obtendrás inmediatez, altibajos, idioteces, genialidades, sensibilidad a raudales y, sobre todo, alguien que te necesita para seguir adelante.

Ánimo Búfalo: eres nuestra gasolina!