Carta abierta a todos los moteros aventureros que quieren ser los primeros en lo que sea:

El ser humano además de, por regla general, tener el deseo de agradar para sentirse seguro dentro de la tribu, hay veces que tiene la necesidad de trascender. Algunos lo consiguen por tener dotes especiales para una u otra tarea. Escriben una obra maestra, consiguen descubrir la penicilina o inventan la Internet. Otros, los que somos más mediocres, tenemos que conformarnos con no trascender más allá de unos límites constreñidos que conciernen a familia y amigos. Algunos ni eso. Pero hay un tercer grupo que intenta destacar haciendo lo que sea, aunque ese “lo que sea” esté basado en el engaño y la autopromoción de gestas que no son tales. Estoy hablando de los Grandes Aventureros y Aventureras.

Una aventura, ciñéndonos a una descripción más o menos fiable, es un suceso extraño o poco frecuente que es emocionante y que entraña algún riesgo, creo que ya lo había comentado en otra entrada de este blog. Según esta definición, el hecho ha de estar perlado de acontecimientos inusuales y con cierta dosis de riesgo.

Si unimos la aventura con la necesidad de trascender nos encontramos, en el acotado mundo de los viajes en moto, con toda una caterva de personajes que nos quieren vender su aventura particular como la gran gesta del siglo XXI. En este punto habrá quien diga que si ellos quieren vender yo tengo la facultad de no comprar y que sobra toda crítica. Pues no. Desde el momento en que sometes tu aventura al juicio público (y lo haces en cuanto publicas algo) estás expuesto a que tipos como yo examinen todo lo que haces y te critiquen de forma despiadada. Se siente.
En esa “venta” de la aventura tienen cabida exageraciones e hiperbólicas mentiras de todo tipo. En ese periplo publicitario se tiende a cometer excesos y a magnificar el proyecto como si los protagonistas estuvieran dotados de superpoderes.

El público, los aficionados a los viajes e incluso, los que no tienen ni idea de esto, leen los detalles del proyecto y se preguntan en qué especie de universo paralelo vivimos el resto de los mortales para comulgar con semejantes ruedas de molino. ¿Quieren ustedes, aventureros de pro, que pase por aventura su viaje en una moto de 15 o 20.000€, cargada de tecnología, con teléfono vía satélite, con seguimiento en tiempo real y con, pongamos, 3.000€ en el bolsillo? El mundo está globalizado y todo está mucho más cerca de lo que lo estaba hace cincuenta años, no me vengan con milongas.

Ya lo dijo Fabián C. Barrio: “una aventura es lo que vive la gente que cruza todos los días la Moyale porque viven allí”. Una aventura es atravesar a pie el Norte de África, desde Costa de Marfil hasta Italia, para encontrar un empleo de mierda recogiendo naranjas. Una aventura es bajar todos los días del año a una mina de plata en Potosí para llevar a casa un sueldo exiguo cada semana. Lo que ustedes hacen no es una aventura, es un viaje de negocios.

Quieren hacernos creer que su viaje, con toda la tecnología y las dosis de seguridad correspondientes, pase por ser un hecho insólito y digno de admiración. Y aún podemos ir más allá si le añaden eso tan mentado de ser “los primeros en”. Recuerdo, cuando era niño, que también me hacía ilusión ser el primero en hacer algo. Cada vez que nevaba en el pueblo salía temprano a pisar nieve virgen y me decía a mi mismo que era el primer ser humano en pisar esa nieve. A partir de aquel hecho insignificante, una huella en la nieve, me convertía en el primero y ya no habría nadie en el planeta que pudiera hacerlo de nuevo. Podrían volver a pisar, pero no la nieve virgen que yo había pisado porque mi huella ya estaba allí.

Ser el primero en algo, si no va acompañado de una dificultad especial, que entrañe peligro y cierta dosis de riesgo, no significa nada. Al igual que yo fui el primero, miles de veces, en pisar nieve virgen sobre la que no pisaría otro pionero, hacer algo por primera vez no tiene por qué conllevar un mérito especial que los demás tengamos que admirar.

Me encantan los viajes en moto, lo míos y los de los demás. Me gusta ver a otras personas en moto que me descubren paisajes e historias pero no soporto a los impostores, a los que quieren hacerme creer que su viaje es único y una gesta de proporciones homéricas. Eso puede estar bien para la prensa generalista o para vender el proyecto y conseguir patrocinadores externos pero, créanme, dentro del mundillo de los viajes en moto, los aficionados se ríen de ustedes.