Ser el más auténtico en algo es una especie de carrera de fondo. No se trata de ser el mejor, ni uno de los más buenos en el asunto en cuestión. Ser el más auténtico tiene otras connotaciones que van más allá de lo meramente pragmático. Quizá ese ir más allá en el concepto es lo que hace que esta cosa de la autenticidad sea tan difícil de explicar.

Porque… ¿Qué es ser “el más auténtico”?

Esa autenticidad, si nos vamos a un diccionario para aclarar ideas, sería algo que esta desprovisto de trampa, que no tiene visos de mentira en ninguna de sus acepciones y que, el que se hace merecedor del calificativo de auténtico, es verdadero hasta en lo más hondo de su ser.

Ciñéndonos al mundo de la moto, que es lo que a veces intentamos en este blog, si vemos, por ejemplo, a un tipo bien “plantao” sobre su moto “custom”, con todos los adminículos propios de lo que esperamos debe de ser un “born to ride”, se nos puede escapar aquello de “qué auténtico”. Es decir, lo acreditamos como cierto y verdadero.

Otro ejemplo: la moto de aventuras. Habrá quien, al ver la moto con pegatinas de unos cuantos países pueda pensar, “qué auténtica” y por extensión, que su dueño sea un “motero auténtico”.

Survival bike

Survival bike

La autenticidad como medida de lo motero. Pero esa autenticidad no es más que la extensión de una verdad individual. Es decir, yo puedo pensar que tal o cual motero es muy auténtico pero lo único que me lleva a pensar eso son las pintas del personaje en cuestión. Una moto llena de mierda, oxidada y que se cae a trozos, con un personaje barbudo y mugriento puede despertar algunos suspiros de admiración y llevarnos a pensar que es “un auténtico”.

Sin embargo la cuestión primordial es que medimos la autenticidad por algo tan poco poco auténtico como la apariencia, lo cual no deja de ser un contrasentido.

Aunque, eso es lo de menos. Aún podemos ir más allá y preguntarnos por qué alguien siente la necesidad de parecer y sentirse auténtico. ¿Por inseguridad en uno mismo? ¿Por el ego?

En primer lugar, sentirte como abanderado de lo auténtico te convierte, de forma automática, en una farsa, en un impostor. En segundo lugar, si eres auténtico sabrás que lo eres y no tendrás necesidad de demostrarlo, de lo contrario volverás al punto anterior.

Es decir, si te crees auténtico ya no lo eres y si lo eres nadie se entera y sólo serás auténtico para ti mismo, como todos.

¿Qué lío, verdad?

Aún podemos retorcerlo más.

Por qué alguien desearía ser “motero auténtico”? Quién, en su sano juicio, puede sentir algo “especial” por ser “motero”? Serlo no es más importante o especial que ser surfero, quadtrero o cocinero. Sentir más allá de eso y verlo como algo muy especial es como identificarse con un nacionalismo o una ideología de partido. No es más que marcar unas líneas, unos límites dentro de los cuales uno se siente protegido y superior a los demás. Sentimiento de tribu.

Exceptuando los casos más extremos de grupos que viven de, por y para la moto, entroncados, en ocasiones, con la delincuencia, el resto no somos más que gente variada con una afición común. ¿Es esto suficiente como para sentirse formar parte de un grupo?

Bien, admitamos que pertenecemos a ese grupo, somos moteros y, por ende, se supone que amamos unos valores supremos por encima de otras cosas. Ese “ser libre” tan traído y llevado, ese individuo a lomos de su motocicleta nacido para rodar y para ser independiente… Entonces… qué hacemos dentro de un grupo? En qué quedamos, somos libres e independientes o necesitamos sentir que formamos parte de una tribu?

Ni idea, pero tú y yo somos auténticos. Y moteros. Seguro.