motorcycle_chick_sketch_by_jamescreationsEn estos tiempos en los que se habla tanto de machismo, de sexismo y de igualdad, nadie queda fuera de alguna etiqueta. El mundo de la moto no es ajeno a estas desigualdades y todos sucumbimos al separar por sexos ciertas actividades. Pongamos un ejemplo.

Tienes un viaje en mente, uno de esos viajes en moto dignos de patrocinar pero que necesitan tener detrás unos cuantos miles de seguidores que avalen tu proyecto a la hora de ponérselo delante a cualquier empresa. Tienes tu moto, tu idea y todo lo necesario para salir a conseguir el dinero pero, chico, la cosa cuesta trabajo: te dan con la puerta en las narices en todas partes. Ah, espera, que eres una chica… la cosa cambia. No solo escucharán tus propuestas (a veces con cara de querer follarte) sino que vendrás avalada por un montón de miles de seguidores que lo son por el único hecho de que seas una mujer.
El mismo viaje necesitará cuatro o cinco veces más apoyos, más seguidores y más gancho si quien lo va a realizar en un hombre. Así son las cosas. Da igual que te avalen lustros de experiencia, que hayas viajado haciendo el pino en la moto o que tu proyecto sea de mucha más calidad: si eres un tío procura que tu competencia a la hora de conseguir patrocinios no sea una mujer porque lo vas a tener crudo.

Una vez en marcha, si quien maneja la moto es una fémina, su penetración mediática va a ser infinitamente superior que si el que conduce es un hombre. No hace falta juzgar la calidad del trabajo, ni siquiera me planteo eso. Los dos pueden hacer lo mismo con igual solvencia pero la repercusión de lo que haga la chica va a se mayor. Y esto es machismo. Ese tipo de machismo que algunas fomentan y del cual se aprovechan sin ningún tipo de rubor porque, en este caso, ser tía es una ventaja. Es el machismo de los que que se hacen seguidores de un tía, simplemente, por que está buena. Da igual si su proyecto es más o menos atractivo, si nos lo cuenta con mayor o menor gracia: ella es mujer y eso es motivo suficiente para seguirla aunque su trabajo sea mediocre.

¿Qué pasa con esto? Pues el primer daño es para la protagonista, que siempre tendrá la duda de si la siguen por lo que dice, por lo que hace o por sus tetas. El segundo es para quien tiene un proyecto de viaje serio y atractivo, que va a quedar eclipsado por el relumbrón de la feminidad. Y el tercero es para toda la sociedad, que seguimos persiguiendo culos y tetas desde que el mundo es mundo y nunca llegaremos a una sociedad igualitaria.

Yo lo tengo muy claro: hombres y mujeres no somos iguales, nunca lo seremos y, mientras nosotros tengamos en nuestra impronta genética la necesidad atávica de echar un polvo, las relaciones entre hombres y mujeres seguirán, básicamente, igual. Por caminos cada vez más civilizados, desde luego, pero con los mismos objetivos de siempre: ellas siendo conscientes de su poder y nosotros creyendo que lo tenemos.