facebookDecíamos ayer que el declive de los foros comenzó con la popularización de la blogosfera y que con las redes sociales están llevando el golpe definitivo. Las necesidades de comunicación han cambiado. Más que cambiar las necesidades lo que ha mutado es la forma de comunicarse.
Las RRSS son lo que Foucault definió como “las tecnologías del yo” mucho antes de que se inventaran los ordenadores. En Facebook, por hablar de la red social por excelencia, se presta atención a asuntos tan cotidianos como el estado de ánimo o a detalles insignificantes como el hecho de estar comiendo un potaje o tomar las copas con los amigos. Estas tareas, casi siempre relacionadas con el ocio, ascienden de categoría y adquieren categoría de “cosa importante”. No sólo de cosa importante para quien la está realizando sino de cosa que se puede compartir. Es en estos pequeños detalles cotidianos, intrascendentes, en lo que está basado el éxito de Facebook y la agonía de los foros. En los segundos la comunicación resulta mucho más plana, casi sin matices y, por supuesto, sin concesiones a estados de ánimo o a detalles íntimos y nímios de los participantes. Allí se tiende más a “ir al grano”, al comentario práctico y a la discusión sosegada.
En Facebook, al igual que en Twitter, toma la riendas la inmediatez y un cierto exhibicionismo. Desde nuestro registro en FB podríamos establecer una línea con todo lo que hemos escrito y publicado, con todas nuestras fotos, con los vídeos, con los comentarios… No es otra cosa que la progresión de nuestro yo. Tendemos a enseñar ese yo (algunos de forma compulsiva) formado por situaciones que denotan nuestro status social. Vacaciones en la playa, motocicleta nueva, ruta con los amigos, copas estrambóticas, comidas fastuosas… Casi todo tiene que ver con nuestro status de consumidores y con nuestro nivel de éxito en la vida. Y todos buscamos lo mismo: la aceptación en el grupo afín mediante un juicio de valor en forma de “me gusta”. Nuestro grupo afín son los “amigos” (hasta el nombre que han buscado llama a la afinidad) de Facebook, la “masa” que compone nuestro grupo social. En esa búsqueda de la aceptación social encontramos la clave de nuestro exhibicionismo en las RRSS.
Pocas veces se da en Facebook la discusión política, civilizada o no, o el intercambio de posiciones con la retórica de por medio: son situaciones en las que nuestra aceptación social está en juego y no queremos arriesgarnos a que nuestra imagen se vea dañada porque, recordemos, es algo que llevamos cultivando durante años, podemos verlo en nuestra progresión del yo que mencionaba antes.
En los foros no establecemos una relación tan estrecha con el grupo. Nadie comparte fotos familiares o de ocio íntimo con perfectos desconocidos, no se crea un lazo estrecho más allá de un nick y un lugar de residencia. Los foros son, por decirlo de algún modo, impersonales, sin lugar para la emoción y sin capacidad de lograr una proyección del yo. Sin embargo, gracias a esa ausencia de personalización (aunque todos conocemos casos de personalismos en los foros) son el lugar propicio para el intercambio de ideas sin gran injerencia de lo estrictamente personal. El anonimato y la ausencia de la necesidad de una implicación del “yo social“, al contrario que en las redes sociales, hacen que sean un formato más adecuado para el intercambio del conocimiento.
Pero creo que la balanza ya se ha decantado hacia uno de los lados.