Aún me acuerdo cuando era joven y tenía memoria, cuando conquistaba fortalezas inexpugnables, cuando soltaba a los cuatro vientos mis gritos silenciosos.
Eran guerras incruentas de palabras que se arrastran, eran hazañas bélicas de guerrero desarmado, era la sutil conquista de las cimas íntimas.
Pero hoy, curtido en mil pacíficos conflictos, planeo de nuevo otra masacre que me devuelva zaherido, marcado por las cicatrices indelebles de los otros, acosado por la impronta firme del que ha lanzado su mirada más allá del horizonte.