X Encuentro de Grandes Viajeros

X Encuentro de Grandes Viajeros

Aún no toca hoy describir lo que es un “gran viajero”, acaso por no tener muy clara la definición o por miedo a no ser todo lo políticamente correcto que se espera de quien esto suscribe (já). Pero, a pesar de que no toca, nada impide que os cuente como transcurrió una parte del Encuentro.

Cero objeciones a la ruta de ida, ni siquiera el hecho de que Juan se empeñase en llevarnos en dirección a las tierras de la nada en Truchas, La Baña y los baldíos del Morredero. Son cosas que pasan, esto de perder la ruta, y que casi siempre te descubren parajes pintorescos con los que no contabas. El río Ornia y el Duerna, a su paso por Priaranza se descubrieron como un rincón recoleto al que merecerá la pena volver para saborearlo con toda la intensidad que requiere. La Cuesta y el Valle del Camino, que recibe un nombre mayúsculo por lo apropiado, también serán merecedores de una visita más calma. De hecho, creo que toda la comarca, vestida con los verdes más rabiosos esta primavera, me acogerá en su silencio despoblado dentro de poco.

Al final la sangre no llegó a ninguno de los ríos y no se hizo necesario que nos internásemos en los montes sanabreses. Ni siquiera llegar a lamer los pies de Tilenus. Mucho antes nos desviamos hacia el Sur y llegamos a Alba de Tormes sin más novedades que el hecho de rodar felíces y de sentirnos afortunados por ver el mundo desde una motocicleta, que nadie había más alto en el mundo ni más henchido por lo libre.

No merecerá gran detalle el relato de la noche de copas y, aún menos, los efectos secundarios del sábado por la mañana así que ahorraré al lector estos pasajes mundanos, que, a buen seguro, no soy el único en sufrirlos.

La mañana comenzó con Fernando Quemada que desgranó, en un tiempo que se fue volando, su paso por los cinco continentes mientras daba la vuelta al mundo. La exposición fue clara y amena y nos trasladó, con su estilo desenfadado, por todo el mundo. Dejó en el aire una reflexión muy interesante: “el viajar en moto es, en un 70%, sufrimiento”.

Carlos Andrés nos contó su viaje por la Tierra del Fuego en una charla que no consiguió motivar  y que resultó sosa. La exposición audiovisual fue lenta y en ningún momento consiguió enganchar al público que se revolvía en sus asientos deseando salir a comer.

El plato fuerte vino con Fabián C. Barrio, un viajero que domina el escenario como nadie. Me quedo corto si digo que, en todos estos años, no he visto nunca a nadie que se maneje com él en esto de exponer un viaje. No sólo por la perfecta medición de los tiempo, la cuidada selección de vídeos y fotos o su presencia impecable, Fabián, además de esto, supo meterse en el bolsillo a todo el público recitando con maestría poemas de kavafis, enfatizando lo épico y dramatizando lo grave o poniendo las notas de humor en el momento adecuado. Mención aparte merece su otro yo, un tipejo impertinente con acento argentino que interrumpióde forma constante y dio pie a Fabian para sacar su lado gamberro. Un gamberro elegante y con una presencia arrolladora.

José María y Pilar, recién llegados de su viaje, aparecieron por sorpresa y nos hicieron un improvisado resumen de su larga ruta. Esperaremos, ansiosos, la versión completa.

El día en el interior del salón de ponencias terminó con Luis Oromí, autor de Safari Salama que, a pesar de no disponer de material audiovisual, supo mantener atado en su asiento a lo variado de la asistencia solo con su charla amena y cercana.

Además hubo reencuentros, desvirtualizaciones y nuevos amigos con los que compartir la pasión de los viajes en moto. Y risas. Muchas risas y muchas anécdotas a lo largo de estos dos días.

Jaime, Conchi, Gustavo, Sergio, Alicia, Fernando y todos los que habéis hecho posible este encentro: Muchas Gracias, ha sido un éxito rotundo.