Desde que era chaval tengo gran afición a la acampada en tienda de campaña. Quizá aquellas caminatas por Somiedo, que por aquel entonces aún no era parque natural y se podía montar la tienda en cualquier sitio, o las vacaciones de adolescente en Ribadeo, me hayan marcado de por vida y haya quedado enganchado a este nomadismo en miniatura.
Cuando llegó la moto la tienda se convirtió, si no lo era ya, en un accesorio imprescindible en casi todas las salidas. Daba igual que hubiese dinero en el bolsillo o no: la tienda no me dejaba nunca.
Y hoy, avanzando a pasos agigantados hacia una senectud que se torna cada vez más cercana, sigo viajando con la tienda. No es sólo una cuestión de romanticismo con reminiscencias juveniles, es que me sigue resultando impagable la libertad que me otorga llevar la casa a cuestas. Por otra parte viajo bastante a menudo y en caso de que tuviera que pagar hoteles, mi economía, ya maltrecha de por sí, se vería muy perjudicada.
Lo que peor he llevado siempre es dormir en el suelo. No me importan las estrecheces, el frío, el calor o la incomodidad de montar el campamento cada día. Lo más engorroso e incómodo sigue siendo dormir sobre cama dura. Es algo a lo que te acostumbras según van pasando las jornadas de acampada pero, aún así, no deja de ser incómodo. Con el tiempo fui pasando de la colchoneta de espuma, de esas enrollables, hasta los colchones auto-hinchables de los que ya hablé en algún artículo. Con estos últimos, concretamente con el Therm-a-rest, la cosa mejoró bastante pero la experiencia aún está a alguna distancia de lo que es dormir en una cama.
Hace algún tiempo descubrí la cama de Therm-a-rest para camping. Parecía que podría ser la solución a mis problemas porque, además de ser ligera y pesar menos de un kilo, tenía pinta de ser muy cómoda. Varillas de aluminio aeroespacial, una lona fuerte y resistente y un sistema de amortiguación bien pensado para otorgar un descanso perfecto. Claro que no todo era tan maravilloso: los casi 180€ que costaba hacían que se me saliera de presupuesto.
Así que seguí durmiendo sobre el colchón hinchable que había comprado de oferta en Forum hasta que encontré, en Amazon, una réplica de la cama de Ther-a-rest por un precio mucho más asequible. Realicé la compra y un par de días la tenía en casa.
El conjunto viene alojado en una bolsa de tela muy práctica para el transporte y para conservar todas las piezas sin perder ninguna.
Al ser una copia no me esperaba unos acabados demasiado cuidados pero estaba equivocado. Tanto los aros de plástico como las varillas son ligeros y robustos y dan mucha confianza. Quizá lo menos elaborado sea la tela de la cama y hay en ella detalles que podrían estar mejor diseñados para prolongar su durabilidad pero no es un asunto que preocupe. Incluso, en caso de que se rompiese, estoy seguro que cualquier manitas con un poco de maña puede fabricar una lona tan sencilla como esta en una tarde.
El montaje es muy sencillo pero, al llevar tantas piezas, lleva su tiempo. No más que hinchar una colchoneta de playa, desde luego, pero hay que instalarla dos o tres veces para coger práctica y hacerlo en menos de cinco minutos.
Una vez montada habrá que pensar en aumentar su confortabilidad ya que la lona, por sí sola, no nos va a aislar del frío. Estamos separados del suelo unos 10 centímetros así que, como si de una hamaca convencional se tratase, debemos aislar nuestro cuerpo de la capa de aire. Yo la uso con el conchón auto-hinchable para mejorar la comodidad y sigo usando, en invierno, un aislante para todo el suelo de la tienda de campaña.
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