Emerger del lecho con dosis elevada de resaca es un acto de fe se mire como se mire. Quizá, hacerlo en una ciudad como Delhi, tenga un plus de penitencia.
Raúl, que es quien organizaba nuestro viaje con indiaenmoto.com conoce todo esto como la palma de la mano y sin duda alguna, sabe moverse con soltura por estos barrios. Esa mañana íbamos a visitar Karol Bag, el «barrio de las motos», un apelativo que sin duda alguna se quedaba corto porque aquello era como la ciudad del motor en versión india.
Moverse por callejuelas estrechas atestadas de Royal Enfield, de motos chinas o de otras de inclasificable factura, tiene algo especial. El olor a curry, a cúrcuma y a mugre quedaba eclipsado por el de la gasolina y el aceite viejo. Los talleres, en su mayoría, son habitáculos diminutos bañados por la penumbra. Algunos, bastantes, tienen la pátina grasienta y oscura que los identifica como reductos de autenticidad. Y en todos hay, por lo menos, media docena de operarios afanados en reparar motos con medios bastante precarios. Es un monumento a lo pragmático y al sacar el máximo partido a cada componente. Me quedé un rato observando el cambio de rodamientos en una Enfield y me alegré de que no fuese mía: martillo y punzón con un estrépito que helaría los huesos a un mecánico de BMW. Pero todo vuelve a funcionar y este país atestado de gente, fluye como la vida misma.
Al volver a Paharganj, volvimos a recorrer sus calles llenas de actividad, pasando inadvertidos a la mayoría de sus habitantes. Había leído en varias ocasiones que los indios son verdaderamente pesados y curiosos, que no te los quitas de encima y que resultan muy molestos. No encontré nada de eso. A cambio me resultaron, en general, muy solícitos y sonrientes. Resultaron un poco más insistentes los cambistas y los vendedores de hachis y marihuana que, curiosamente, también se suponía que era muy difícil de conseguir en India.
Inciso para canallas
No entiendo muy bien esa manía que tienen algunos bloggers de esconder cierto tipo de información que puede resultar políticamente incorrecta. En una ciudad como Delih puedes conseguir todo lo que te propongas. A mi me ofrecieron hachis y marihuana a las primeras de cambio (que rechacé con la amabilidad que me caracteriza) pero también es sencillo tomarse unos copazos aunque, según lo que prefieras, puede estar mejor o peor preparado. Por ejemplo, mis vodka con naranja tenían un sabor extraño, quizá porque el Kas no se lleva por estos lares, hasta que conseguí que me los preparasen con zumo natural. Luego me pasé al wisky con Sprite y la cosa mejoró ostensiblemente.
Si llevas suficientes rupias en el bolso estoy seguro de que puedes conseguir todo lo que necesites sin grandes esfuerzos.
Fin del inciso
Por la tarde el calor no disminuía y salir a la calle suponía un baño de sudor. No nos importaba. Estábamos sumidos en un mundo nuevo, en una cultura que nos era extraña y emocionante a partes iguales.
Bastarda y mísera cerveza barata…
Dios Me provoca leer tus artículos como fantasía….
Me alegro millones por tí (ustedes)!
Estoy ya deseando de oír el próximo episodio del podcast, una vez filtrado toda esa experiencia. Creo que va a ser antologico.