En la búsqueda de la individualidad, a menudo nos encontramos en una paradoja: el deseo de ser únicos nos lleva a seguir las mismas tendencias que todos los demás. Esta reflexión se centra en la ironía de nuestra lucha por la distinción en un mundo donde la uniformidad es la norma.
La Paradoja de la Individualidad en la Era de la Conformidad
En una sociedad que valora la originalidad, es curioso observar cómo todos aspiramos a ser “diferentes”. Recuerdo una vez que fui reprendido por cuestionar a un escritor de cierta fama sobre su aversión a ser como el resto de nosotros. Mi pregunta tenía una intención más profunda, una crítica velada que él no pudo soportar: ¿qué te hace sentir superior a los demás?
Nos obsesionamos con la idea de destacar, de ser una excepción en la multitud, de forjarnos una aura de “especialidad” que nos separe del resto. Sin embargo, en las redes sociales, con nuestros viajes, fotos de pies, banquetes y vidas aparentemente lujosas, lo que realmente buscamos es la aceptación. Anhelamos que nos quieran, que nos valoren, que nos permitan formar parte de la tribu, de nuestra sociedad más cercana. Es un contrasentido.
En nuestro afán por parecer diferentes y especiales, terminamos haciendo lo que todos hacen. Otro contrasentido.
Y así llegamos al punto en que nos disgusta encontrar multitudes en los lugares populares. Nos quejamos de que Marrakech está abarrotado de turistas, de “guiris”, olvidando que para los demás, los turistas somos nosotros, los que nos autodenominamos “viajeros”. Es ese fin de semana de julio en Potes cuando no encontramos mesa para comer o tomar el vermú.
Visitamos esos destinos maravillosos que hemos visto en Internet y nos frustra esperar en colas. Tomamos las mismas fotos que todos (y que ya hemos visto en línea), y nos sentimos decepcionados porque todos los buenos ángulos están ocupados. Nos indignamos cuando nos cobran precios exorbitantes por cualquier cosa y proclamamos que “antes era mejor”, que no estaba tan lleno de “guiris”.
Y si por casualidad encontramos un rincón inexplorado, nos apresuramos a compartir la foto en las redes sociales para demostrar que, a pesar de todo, somos diferentes, somos especiales, somos… viajeros.
Pero la verdad es que no somos ni distintos ni superiores: somos como todos los demás, con las mismas miserias, anhelos y deseos. Puedes creerte especial, un verdadero viajero, diferente a los demás. Pero al final, todos compartimos la misma esencia humana, aunque nos pese admitirlo.
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