Los Felices Habitantes de Baviera
A las ocho de la mañana abro los ojos y, aún somnoliento asomo la cabeza por la puerta de la tienda de campaña. El mundo sigue en el mismo lugar que lo habíamos dejado ayer: una mierda de vaca a escasos metros de la entrada y allí, al fondo, extendiéndose más allá del prado, …