De cómo en India me convertí en idiota. Si no lo era ya
Pushkar es una ciudad eminentemente espiritual. Su nacimiento es bastante sorprendente. Resulta que los dioses, tan faltos ellos de entretenimientos mundanos, se reunieron un día, hace muchos años, y soltaron un cisne con una flor de loto en el pico. Allí donde el cisne dejara caer la flor, vendría el dios Brahma y construiría un lugar de oblación, es decir, un lugar sagrado para hacer ofrendas. Es curioso esta querencia que tienen los dioses en general por las ofrendas, los sacrificios y esa necesidad atávica de que todos les rindan pleitesía y devoción. Yo, si fuera dios, aunque fuese uno de los pequeño, sería totalmente indiferente a ofrendas y rezos. Oídos sordos. ¿Sería, acaso, un dios tan poco perfecto que tuviese que reforzar mi ego con los halagos de los mortales? ¿Para qué necesitaría una cabra muerta, un coco con [...]