Ricardo Fité podría haber escogido un título más corto para el libro pero no sería adecuado. El el título perfecto para esta aventura ditirámbica y chocante que nos lo dice todo desde el principio: «[amazon_textlink asin=’8494628941′ text=’No le digas a la mama que me he ido a Mongolia en moto»‘ template=’ProductLink’ store=’viaenmot-21′ marketplace=’ES’ link_id=’5df01f12-7f0d-11e8-9508-53c3d79ce9e0′]
¿De qué va? ¿A vosotros qué os parece? Pues de un tipo menudo y con mala leche que se va a participar en el Mongol Rally, una extraña y poco conocida actividad que organiza una ONG para conseguir fondos e invertirlos en proyectos sociales en Mongolia. Pero eso es lo de menos. De hecho Ricardo solo da unas pinceladas que nos puedan acercar al lado solidario del viaje porque ese no es el objetivo principal, es la disculpa. El mejunje del libro está en las peripecias del autor que, bien sea por mala cabeza, por desconocimiento o por testarudez, va arrastrando problemas y achaques durante gran parte del viaje. Y esto nos diverte.
Sí, nos reímos de Ricardo y de las cosas que le pasan. Nos reímos con él y de él con toda la irreverencia posible. A través de las páginas vamos descubriendo a una especie de antihéroe, a veces gruñon y a veces entrañable, que nos guía con voz pausada y tranquila por las estepas rusas, que se equivoca al escoger el sistema de transporte de equipaje, que se angustia por problemas que él mismo causa o que magnifica inconvenientes nimios. Y nos da la risa.
El autor se ríe de si mismo y nos hace reir, alejándose de heroísmos y poses «aventureras». Con su vieja «dos y medio» procedente de un siniestro, una Yamaha SR, fue capaz de llegar desde Barcelona hasta Mongolia, renqueando y medio muerta sí, pero lo importante no es llegar.
"La ruta pasó por Barcelona, Francia, Suiza, Alemania, República Checa, Polonia, Ucrania, Rusia, Kazajistán, Uzbekistán, Kazajistán otra vez, Rusia y finalmente Mongolia. Antes de llegar a Mongolia la moto fue perdiendo las suspensiones y amortiguaciones así que al llegar a Mongolia y sus terribles pistas el chasis se iba partiendo casi a diario y había que parar a soldarlo cada vez. A pesar de los contratiempos de salud, el escaso presupuesto económico y la falta de bagaje en este tipo de viajes sin duda supuso una gran experiencia. "
En esta autoedición, que quizá por serlo no está todo lo cuidada que debiera desde el punto de vista literario, se disfraza de hecho mundano una aventura con mayúsculas, un viaje como los de antes, perlado de peripecias y de situaciones rocambolescas. Una de las más notables jaimitadas, o debería decir «ricardadas», la encontramos en las primeras páginas, cuando el autor, después de cometer la estupidez de cortar la cadena de transmisión con una radial, va escuchando la voz de su otro yo que le dice con voz lejana «eres muuuuy toooooonto….» Encuentro este pasaje sublime porque resume el espíritu del libro, del viajero y del viaje: la inocencia, la honestidad y la despreocupación inconsciente llena de ilusión y ganas.
Una obra que se lee en un par de tardes y que puede ser una buena opción para iniciarse en la lectura de los libros de viajes en moto de un modo distendido y divertido.
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Nota: Perdonamos las faltas de ortografía y algún que otro error por el buen rato pasado.
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Pues ayer lo recibí junto a otro libro que tenía pedido y por desgracia/suerte pasé 8 horas en urgencias, así que me lo llevé y en tanto tiempo me lo zampé enterito. Me encantó el modo de expresarse y su humor. Lenguaje llano, sin aspavientos ni adornos, desde luego daban ganas de pillarse una Special y echar a volara a Ulan Bator.
Bravo Ricarda (Ricardo en ruso jejeje)