Cuando alguien viaja a un país con un nivel de desarrollo «inferior» al suyo le asaltan preocupaciones de todo tipo. Que si las vacunas, que si la seguridad, que si la comida… Mi preocupación era el vino.

Con una búsqueda somera por la red no conseguía despejar mis dudas sobre si podría encontrar buen vino en India. Ni siquiera si lo encontraría malo que, en último caso, también sirve. Ni los experimentados viajeros podían solventar mis dudas al respecto. No acierto a entender por qué en las crónicas de viaje estos detalles tan importantes pasan desapercibidos o, directamente, quedan obviados mientras otro tipo de cosas absurdas, como el estado de las carreteras o la descripción de monumentos, están eficientemente glosados.

Para alguien que, como yo, tiene prohibida la cerveza por prescripción facultativa, es importante tener asegurada la ingesta semanal de alcohol de baja graduación, so pena de sufrir algún tipo de colapso en el organismo.

Así las cosas me fui a India sin información al respecto, con la terrible inquietud de saber si encontraría o no buenos caldos en el país asiático. Nada sobre calidades o precios y lo que era aún más inquietante, nada sobre variedades, retrogustos, palatizaciónes y cuerpo en boca. ¿Encontraría sabores redondos? ¿Notas de frutos rojos del bosque? ¿Sabores afrutados y aromas a madera? ¿Regalices y cerezas? ¡Que zozobra enorme presentarme con aquel nivel de ignorancia ante un viaje de esa magnitud!

Por fortuna, todas las dudas quedaron disipadas el segundo día en Delhi a golpe de rupia y con resultado de resaca: había vino de varios precios y calidades.

Vodka

Malo-malote con una botella de vodka a 5000 metros.

India lleva unos 20 años produciendo vino, una nimiedad si se compara con los miles de años que la humanidad lleva perfeccionando y consumiendo los más variados mejunjes elaborados a partir de las uvas. Su clima caluroso y húmedo no hacen de esta nación el mejor lugar para la viticultura y si a esto unimos el escaso apego de esta gente por el alcohol se comprende que no hayan tenido demasiadas inquietudes en este sentido. Pero la iluminación llega en cualquier momento y aunque sea de modo tardío, India se ha incorporado al mercado de los vinos para regocijo de los discípulos de Baco.

Sula es una de las bodegas pioneras pero mi primera cata corrió a cargo de Fratelli. Trece grados de alcohol por menos de diez euros al cambio, en una de las terrazas más chic de la ciudad. Fratelli Merlot, variedad Classic, es un vino rotundo, con aromas de ciruela y matices de chocolate negro que el camarero, de discreción proverbial y andares sinuosos, vertía en la copa cada dos por tres. Al fondo, iluminadas por la luz tenue del local, la mirada se perdía de forma irremediable entre las curvas voluptuosas de las camareras cristianas. Las chicas cristianas en India tienen fama de ser más casquivanas que las hindúes y de moral más laxa que por estas latitudes ibéricas. La visión de las minifaldas negras enmarcando glúteos y mostrando la rotundidad del muslamen desviaban la atención de los taninos y los matices terrosos del Fratelli. Las miradas huidizas de aquellos ojos rasgados tampoco ayudaban a concentrar la mente en la agradable acidez del caldo y uno andaba pensando en las notas de ciruelas maduras mientras una sonrisa tímida se empeñaba en ahondar en la tarea de despistar de lo importante, la cata de las variedades merlot y cabernet.

Josín y Alejandro con la sidra del país.

Josín y Alejandro con la sidra del país.

Unos días más tarde le llegó la hora al Sula. A pesar de ser un vino de más calidad no fue el que más me gustó, síntoma inequívoco de que no tengo mucha idea del asunto. Aquí nos movíamos en unos seis o siete euros por unidad, si bien las botellas eran de medio litro con lo cual los aromas de pimienta negra y las notas de ciruela madura comenzaban a salirse de presupuesto. Además el personal de servicio en el restaurante era pródigo en bigotazos y no había rastro alguno de minifaldas ajustadas o de moral cristiana, con lo que la cata resultó bastante más anodina de lo esperado.

El Cabernet Shiraz de Sula es, según los señores de bigote, el mejor vino de calidad media que se puede encontrar en los restaurantes de India. Me refiero, por supuesto, a los restaurantes dignos de llevar ese nombre antepuesto a la denominación del local en cuestión.

En Manali, guiados por el consejo experto de una chica que aún sabía menos de vinos que nosotros, decidimos probar el Madera. un vino rústico elaborados con diferentes variedades del país y relativamente barato. El camarero, de profuso bigote e ignorancia plena en materia de vinos, se lamentó con indolencia por no disponer de Madera y nos sirvió, en lo que en España sería la hora de los vinos, Port Wine 1000, de bodegas Sula. Port Wine resultó ser una mala imitación de un oporto adecuado para el postre. Es sensiblemente más barato que cualquier vino de oporto y también que el Sula o el Fratelli pero no es muy adecuado para el chateo. Proviene de la zona de Goa, de influencia portuguesa, pero su elaboración no está bajo los estándares del oporto y entre otras cosas, la ruptura de la fermentación no tiene por qué hacerse con brandy. Esto, unido al empleo de variedades de uva locales hacen que su precio no sea muy elevado.

Catorce grados de alcohol en forma de oporto barato que no me satisfizo en absoluto.

En líneas generales India no es el país adecuado para salir de vinos, básicamente porque no hay bares, por lo menos del estilo de lo que aquí conocemos por bares. Te puedes poner tibio de vino, de cerveza o de cubatas, no hay problema, aunque si sales de las ciudades grandes va a ser más difícil encontrar alcohol, llegando incluso en caso de que quieran cobrarte dos mil rupias por una botella de vino peleón. Y 27€ por un vino indio es, a todas luces, excesivo.

Caso aparte merece el whisky de India que, por herencia inglesa, es de calidad y con precio contenido. No merece la pena pedir importación porque el del país es bueno.

Para comprar alcohol fuera de restaurantes hay, sobre todo en sitios turísticos, licorerías con gran variedad de alcoholes, locales y de importación. Vinos de cereza, de ciruela, sidra y alcoholes de alta graduación se pueden comprar sin problemas pero los precios no son, en general, baratos.

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No esperes encontrar vino en restaurantes como este.