Qué tiempos estos de fuga de valores y crisis moral, ¿verdad? Todo muta, nada permanece y lo que ayer era válido hoy plantea serias dudas. Incluso el carnet de conducir, ese documento que obtuvimos con valor eterno ahora pretenden que sea revisable a través de un examen.
Mal asunto.
¿Y qué podemos hacer nosotros? Educar a nuestros hijos, aleccionar a los púberes y hacer proselitismo galopante. Vamos a ello con una serie de consejos del Tito Viajoenmoto.
Empecemos por el principio, los bebés. Con estos hay que tener mucho tacto porque, si no estás acostumbrado a su manejo se te pueden romper, o sea que iremos poco a poco. Como solo piensan en tetas y en dormir, como algunos motoristas en domingo, no nos harán mucho caso pero nosotros a lo nuestro, tenemos una sagrada misión.
Lo primero que hay que hacer es procurar que agarren con su manita nuestro dedo índice, a ser posible los dos. Una vez conseguido esto, moveremos el que tenga agarrado con su mano derecha en sentido rotacional, adelante y atrás, para que la criatura crea que está cogido al acelerador. A la vez emitiremos la onomatopeya del motor… brummmm! Repetiremos la operación las veces que sea necesario a lo largo del día de modo que la criatura se vaya haciendo a la idea de lo que es acelerar.
Si el bebé es nuestro o de amigos cercanos podemos regalarle ropita con motivos moteros. Body´s, gorritos y cosas de esas.
Según va creciendo y aprendiendo a moverse con cierta independencia seguiremos invirtiendo tiempo y dinero en educación. Como ya habrá dicho sus primeras palabras, “papá”, “mamá”, “tata” y otras chorradas por el estilo, nos resultará fácil que aprenda a decir “mo-to” y que emita algún sonido tipo “run-run” después. Habremos conseguido, no solo que comience a adquirir verdaderos valores de libertad sino que sea toda una atracción de la que sentirnos orgullosos. Habrá que ir complementando este tipo de monerías con regalos en consonancia. Por favor, olvídense de quads, coches y otros artilugios de parecida factura producto del Diablo. Motos o, como mucho, trikes. El regalo estrella, para cuando el protohombre camine erguido, será un correpasillos motero. Nada de camiones, tractores u otra chatarra por el estilo.
Ahora el niño o niña ya está medio enfilado. Pero, ojo, no nos confiemos que los vehículos de cuatro ruedas ejercen un poderoso influjo en estas mentes moldeables. Para alejarlos de esas perniciosas tentaciones tenemos que mostrarnos afables, divertidos, independientes… que nos identifiquen, a nosotros motoristas, como el referente intelectual y moral para cuando llegue su vida adulta. “Miguelito, qué quieres ser de mayor? – Motorista, como el tito Viajoenmoto”
Desde muy bebé lo habremos subido en la moto cientos de veces. Miles, si pudiera ser. Claro está, me estoy refiriendo a subirlo “en parado”, que hasta los siete años no es legal llevar a los niños en moto. Lo ideal es arrancar el motor desde el primer día para que el sonido del escape les resulte amigable y cercano. A los dos o tres años podemos dejar que maneje el acelerador. Pero con cuidado porque a esa edad no tienen mesura a la hora de abrir gas y te la suben a diez mil vueltas en un periquete
Y llega, por fin, la hora de comprar una moto para la edad enana. Podríamos decantarnos por una eléctrica, una trail o una RR con rueditas. Pero no. Si nuestra economía nos lo permite iremos directamente a una de gasolina. Y si no nos lo permite a una de gasolina pero de segunda mano. Con esto haremos felices a los más pequeños de la casa y habremos dado un paso más hacia nuestro objetivo.
Y llegará el día del primer paseo en moto. Si el vástago es propio las dificultades para obtener el permiso materno serán, en la mayoría de los casos, un duro escollo imposible de superar. Haremos, entonces, uso de todos los subterfugios a nuestro alcance. Como no darán resultado, no comunicaremos nuestros planes a la madre. Lo que pase luego debemos solventarlo con arrojo y valentía. Y simulado sentimiento de culpabilidad.
Según vaya llegando la pubertad iremos centrando los temas de conversación en los altos valores del mundo de los viajes y las motos, haciendo especial hincapié en las fiestas, concentraciones y otros actos sociales del mundo moteril. Esto va a ser algo que agradezcan mucho los púberes puesto que, a esa edad, ya estarán pensando en el desenfreno de la vida adulta. Y aquí entroncamos con los valores individuales al ser un vehículo que se usa mucho en solitario, la sensación de libertad al circular formando parte del paisaje, el afán de superación a la hora de circular bajo condiciones adversas o el espíritu investigador y curioso a la hora de desentrañar el funcionamiento de un motor de cuatro tiempos.
Lo demás irá rodado (nótese el juego de palabras). Lo que era el proyecto de un humano mediocre y del montón se habrá convertido, por mor de nuestra intervención, en un educado motorista que solo piensa, al igual que Dany Liska, en “deslizarse por las montañas en motocicleta saboreando las mejores cosas de la vida en estado de felicidad grandioso”
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