En Moto a los Infiernos
Mario, desde crío había tenido una gran afición por las motos. Con catorce o quince años ya tenía su pequeño ciclomotor al que hacía mil y una perrerías. Que si trucar el motor, que si cambiar el escape… No era tanto la necesidad de que corriese más, que también, como el placer que le producía descubrir los insondables misterios de un motor de combustión interna. Siempre con las manos engrasadas y con su ropa oliendo a gasolina y aceite. Luego llegaron la madurez, las novias y los viajes en moto. Siempre su vida girando en torno a la moto. […]