No sólo de pan vive el hombre y no sólo de crónicas se nutre esta página. también explicamos las fotos porque, ¿cuántas veces vemos una foto en internet y no sabemos lo que hay detrás?
Detrás de esta hay una obsesión. Hablaba, en una de las entradas anteriores, de la malsana obsesión por la mecánica, por los ruidos, por los desgastes. Y comentaba también que, tanto Alex como yo, andábamos un poco preocupados por el desgaste del neumático trasero de nuestras motos. Cada día, antes de salir, lo mirábamos y remirábamos a ver si se había gastado mucho el día anterior e intentábamos extrapolar desgastes para saber si duraría el viaje entero. Llegó un momento, antes de que decidiéramos olvidarnos del asunto por una cuestión de salud mental, en que optamos por comprar ruedas nuevas. Al precio que fuera. Pateamos el centro de Estambul y un peculiar motero en scooter, desde el barrio de las ferreterías, nos envió a la tienda Yamaha que veis en la foto. Allí no había neumáticos para nuestras motos pero, casualmente, su hermano tenía una tienda en las afueras y nos vendería dos juegos. Sobre marcas no había mucho que discutir, sólo tenía Michelín o Bridgestone. Y sobre precios tampoco había mucho que rascar; un poco más caros que en España pero tampoco una barbaridad.
Yo, que tenía el neumático delantero nuevo, si quería el trasero tendría que comprar los dos, delante y detrás. Confiaba en poder regatear este extremo con el dueño pero, en el transcurso de esa misma noche, decidimos que las ruedas iban a aguantar todo el viaje y descartamos el cambio.
Fue la decisión acertada porque, a pesar de llegar bastante cuadrada, la rueda aguantó todo el viaje. Cierto es que ya no está para muchos más trotes.
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