El libro de Martín Solana, En Moto por Sudamérica no está enfocado a la «calidad literaria». Está bien escrito, es bastante correcto y no tiene faltas de ortografía pero su estilo desenfadado e informal lo hace más cercano a una crónica de un blog que a un libro. Entonces… ¿Por qué me ha gustado tanto leerlo? Pues por su frescura y, sobre todo y por encima de todo, por su dinamismo y su dosis de acción. Es difícil, en un libro de viajes, no quedar atascado (y me refiero al que escribe) en un bucle de descripciones bucólicas. Muchos autores acaban liándose y llenando páginas y páginas de paisajes, de hostales y de carreteras que terminan por aburrir a la gravilla. Esto, si lo hace un profesional de la escritura, puede quedar perfecto, incluso ser una obra maestra. Pero si lo hace un motorista aficionado a los viajes y a contar historias puede resultar de un tedio insoportable. Martín Solana ha huído de esta práctica y, sin dejar de contarnos lo que ve, no pretende sacar literatura a base de artificios.
Me ha resultado especialmente dinámico uno de los primeros capítulos donde cuenta cómo tuvo que cubrir 250 km de pista en tres horas. Al principio del mismo me parecía un tanto pedante pero, de pronto, me vi leyendo a toda velocidad para saber cómo iba a terminar aquello, aunque ya supiera cómo terminaba. Luego, este dinamismo se rompe durante unas cuantas páginas hasta llegar al campamento del Dakar donde volvemmos a tener movimiento y acción, además de pasión porque la competición y los raids son el plato fuerte del autor. A Martín parecen faltarle páginas a la hora de hablar de rallye, de competición, del Dakar… Confieso que no conocía ni a la mitad de los pilotos con los que el autor interactúa pero ha sabido transmitir esa pasión que lleva dentro.
He de decir que el libro lo fui leyendo poco a poco, a ratos perdidos, dedicándole poco tiempo de cada vez a pesar de que esta es una obra que, por su dinamismo, pide leerse del tirón. No sólo transmite movimiento por la forma de relatar sino porque la moto tiene un protagonismo especial y eso le da velocidad. Es de agradecer, sobre todo porque hay otros autores que cuentan su viaje olvidándose de que van sobre una moto, como si este hecho, que a mi me parece tan contundente, fuera sólo un tema secundario. ¿Un relato de viaje en moto sin apenas hablar del viaje sobre la moto? No, no es lo que busco cuando leo sobre viajes de este tipo.
En general me parece un libro muy sincero en el que Martín Solana nos entrega una parte de sí mismo sin demasiadas concesiones al lirismo poético pero mostrando, a cambio, una parte de su personalidad más intimista. Porque, ¿qué es un diario de viaje sino el producto de las reflexiones más íntimas?
En el último capítulo es donde llegan las reflexiones más personales y la exposición del alma viajera del autor. Quizá sea aquí, a pesar de un cierto exceso de puntillismo, donde podemos encontrarnos con el autor cara a cara y ver lo que tiene dentro con más facilidad.
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