Hay rutas que, recorridas una y otra vez, se me revelan como idílicas, quizá no tanto por la carretera en si como por todo lo que su paisaje evoca. La ruta que hoy recomiendo es una de esas que he recorrido decenas de veces y que me sigue resultado encantadora.
Viajaremos desde cualquier punto del Occidente de Asturias (Los Oscos, Grandas, Pesoz, Allande…) hasta O Grove, en Pontevedra. Es un trayecto variado en el que los cambios de paisaje y orografía, a pesar de ser a veces muy sutiles, no pasan desapercibidos. Para empezar tenemos paso obligado por la carretera LU-530, una auténtica ensalada de curvas en los poco más de 50 km. que nos separan de la A-6. Si lanzamos la vista hacia el Sur, al fondo podemos ver toda la Serra dos Ancares, enmarcando el horizonte y acotando nuestro microcosmos. Podemos optar por desayunar una tapa de “pulpo a feira” en A Fonsagrada o dejarlo para más adelante y picar algo en la zona de vinos de Lugo. Muralla romana, catedral o las tabernas de la calle Rúa Nova en la ciudad más barata de España, deberían ser motivo suficiente para realizar una parada.
A partir de Lugo ya dejamos atrás la montaña y entramos de lleno en el mosaico de la Galicia Central, una sucesión de bosquetes de castaño, roble y pino salpicados de terrenos de labor y prados. Tomamos la N-547 hasta Guntín y aquí nos desviamos hacia la N-630, una carretera amplia y solitaria que invita a ser recorrida con parsimonia, aspirando las fragancias del heno curándose al sol y de los castaños en flor.
Las poblaciones más pequeñas, de apenas cinco o diez casas, parecen estar suspendidas en un espacio atemporal, con sus viviendas monolíticas de granito oscuro, casi siempre rodeadas de robles y con nula actividad humana a la vista. Por el contrario, las poblaciones más grandes se abren a la carretera general mostrando el más puro feismo gallego: construcciones sosas, casi todas ellas, que llevan el marchamo del desarrollo de los años ochenta. Aún así, merece la pena obviar el mal gusto de las cabeceras de comarca y quedarse con la pureza estética de lo recoleto, con la belleza sutil de los cientos de rincones que salpican esta ruta.
Después de habernos dejado impresionar en la Comarca del Ulloa, con sus pazos y su tranquilo encanto, llegamos a Caldas de Reis. Aquí comienza O Vale do Salnés, tierra de Albariño, de eucaliptos y otrora, del narcotráfico y el contrabando de tabaco. Peregrinos del Camino de Santiago Portugués se confunden con turistas y compradores en los lunes de mercado. Nuestra ruta se cruza con la N-550, la vía como mayor tráfico de todo España y es a partir de este punto donde comenzaremos a encontrar más afluencia de vehículos en estos días de verano.
Sin dejar la N-630 llegamos a la Ría de Arousa. A los habitantes de Vilagarcía de Arousa en algún tiempo se les llamó “ingleses”, de hecho tienen su cementerio inglés. Esto era debido a las numerosas paradas de la Royal Navy en su puerto lo que hizo necesario construir un cementerio para que los marineros que morían allí no fuesen enterrados en un camposanto católico. Esto de la muerte siempre preocupa más a los vivos que a los finados, es natural.
Ahora, en dirección Sur, nos las arreglamos para ir sorteando el tráfico intenso de camiones, turistas y vehículos de reparto. A nuestra derecha, hacia el Oeste, las bateas de la ría nos recuerdan que estamos en punto neurálgico de la cría de mejillón a nivel mundial, con toda una actividad fabril y cultural que pivota en torno a este molusco.
En O Grove escogimos para pernoctar un alojamiento un tanto atípico: un barco. El Hidria Segundo es el único barco que vapor que queda en España y está rehabilitado como barco museo y “hostel” si es que la palabra se ajusta a este peculiar establecimiento.
Cruzar la pasarela que conduce al barco es como traspasar el umbral a tiempos pretéritos, no en vano estamos en un barco de vapor. Allí Sesé nos recibió a Elena y a mi con la energía inusitada que siempre parece acompañarla. Nos acomodamos en las literas y recorrimos las cubiertas de madera admirando el enorme trabajo de restauración llevado a cabo.
Las visitas que se pueden realizar desde aquí y los atractivos que ofrece la zona son de sobra conocidos. Visitar Illa de A Toxa, comer un plato de mejillones con albariño o reunir el valor suficiente para zambullirse en la Praia da Lanzada, son actividades que uno debería probar en la primera visita. Para la siguiente, ya expertos geógrafos de esta peculiar península, nos lanzaremos a la conquista del resto de rías Baixas pero dejando algo en el tintero para regresar por tercera vez.
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