Ya he contado en este rincón cómo conocí personalmente a Guada y a Alejandro, esos dos locos con mayúsculas que están dando la vuelta al mundo en moto. Seis años por ahí tirado es mucho tiempo, muchas horas encima de la moto y muchas experiencias. tantas que seguramente te cambien de por vida e seguramente te dejen una huella imborrable en el carácter. 
Ciertamente, hay que tener muchas ganas de moto para liarse la manta a la cabeza, dejar un buen trabajo, la familia, los amigos y salir al mundo a vivir el viaje de tu vida. Y eso es sólo el comienzo porque, al cabo de los meses, al cabo de años de viaje, éste ya no es el viaje de tu vida sino que tu vida es el viaje. Esta vida nómada es la que me encontré cuando conocí la página de Alejandro y Guada, (www.porelmundoenmoto.com, no me cansaré de repetirlo). Me leí la web en dos o tres días, (mucho tiempo libre en la oficina) y me sentí, al igual que muchos otros, formando parte de su viaje. Luego, por circunstancias, por la obstinación de la Teneré y por avatares del DESTINO, (verdad Guada?), nos encontramos en la tierra de los flamenquitos bajo un techo de estrellas.
Desde aquellas fechas hemos convivido en más ocasiones y tiempo de sobra he tenido para pensar el ese viaje y en los viajeros. Al principio era una mezcla de envidia y admiración que dio paso a la participación activa en el viaje y, a veces, a la preocupación.
Un viaje de estas proporciones épicas y, además, retransmitido en internet, también deja de ser, en cierta medida, el viaje de quien lo inicia para convertirse en el viaje de muchos, de todos aquellos que, día a día, seguimos las andanzas de estos dos por las carreteras de medio mundo. Espero que todos los que, de una u otra forma, estamos involucrados en su viaje, les demos la «energía cósmica» suficiente para superar las dificultades.

Todos estamos embarcados en un viaje en el que el destino es lo de menos; el verdadero destino es la travesía en si misma.