Hoy, mientras holgazaneaba alrededor de la moto, recordé como era antes mi Yamaha Tènèrè. Tan impoluta ella, de color azul con toques malva e inmaculada. Hoy, después de 15 años, (unos 10 conmigo), su aspecto ha cambiado bastante. Yo creo que es más auténtica y, de algún modo, reflejo de su actual propietario.
Poco tardó en perder su aspecto juvenil y afeminado, (lo digo por el malva), para pasar al negro de fábrica. En un concesionario tenían, desde hacía meses, una Tenere a la venta que no acababa de salir a causa de su color. El dueño, ávido de negocio, me ofreció cambiar «los plásticos» y el depósito sin coste alguno para mi en cuanto apunté la posibilidad de pintar la moto de negro.
No me lo pensé dos veces y, en menos de una hora, mi moto tenía ya un aspecto más acorde con mi estilo: macarrismo y destrucción!
Después de unos años ya no me parecía tan atractiva y estuve a punto de cambiarla por una Guzzi de 650 con intención de hacer una auténtica ratbike. Afortunadamente la cordura se aporeró de mi y decidí «ratear» la Yamaha. Al fin y al cabo era una buena moto y lo mío era un capricho pasajero.

Me metí en el taller de unos amigos y les comuniqué la idea. Se extrañaron y me dijeron que iba a «joder» la moto, pero ante mi insistencia comenzamos la operación:

Tras la operación de lijado con agua, (cosa harto tediosa), vino la pintura:

Y el asombroso resultado final:

Lo siguiente fué quitarle algunas cosillas y poner otras, pero, aún así, el color no era lo que yo buscaba. Aquello, aunque estuviera de estrena era negro satinado y no negro mate-mate, que era lo que yo perseguía.

Así las cosas me compré un spary negro mate en una gasolinera cutre y otro más anticalórico en una ferretería por el estilo y comencé el repintado.

Aquí la máquina sin guardabarros trasero y con soportes de maletas

Al final, a base de sol y de spray mate, fué perdiendo el brillo y, curiosamente, llamaba más la atención.