Mondoñedo

 La cosa comienza en el occidente de Asturias, muy cerca de la comarca de los Oscos y discurre por oriente de Lugo, para terminar en el mismo punto de partida.
Salimos a las 14 horas desde Grandas de Salime, ya en el límite con Galicia. En este pueblo está unos de los museos etnográficos más importante de Europa y, por supuesto, de España, (www.museodegrandas.com). Con el día fresco, unos 10 o 12º, nos dirigimos a Fonsagrada siguiendo la carretera AS-28, que discurre paralela al Camino de Santiago Primitivo, la ruta primigenia realizada por Alfonso II El Casto, el primer peregrino. Los primeros 15 km de la ruta discurren con buen asfalto por tierras asturianas, para ir empeorando progresivamente nada más entrar en Galicia.
Superamos el Puerto del Acebo, de 1034 m. embelesados por el paisaje que se extiende a nuestros pies, admirando los tonos ocres de robles y abedules y siempre atentos a las curvas más umbrías, donde huele a humedad y a bosque otoñal.
Transcurridos 28 km llegamos a A Fonsagrada que es parada obligada para probar el «pulpo a feira», preferiblemente en el Bar O Caldeira, donde no sólo es la especialidad sino que no hay otra cosa.
A partir de Fonsagrada y hasta O Cádavo-Baleira, donde nos desviamos, la carretera es amplia revirada y con muy buen asfalto, lo que hará las delicias de los más rápidos en lo negro. Ya hemos dejado atrás el Alto da Fontaneira y Cerredo, dos puertos de escasa entidad, pero con una carretera muy divertida y sin apenas tráfico, te da la sensación de que aquí no vive nadie… el mundo es tuyo explorador!.

 

Una vez que tomamos en desvío en O Cádavo parece que cambiamos de país, de mundo. Entramos de lleno, al menos durante los primeros 15 km, en lo que un grupo de arquitectos gallegos definió como «el feismo». Pero no es el feismo del paisaje o del paisanaje, es el feismo de las construcciones a medio terminar, de la uralita, del bloque… de lo inacabado. El paisaje, sin embargo, es muy bucólico. Se trata de un valle muy abierto en el que se hace patente el progresivo abandono del medio rural, en el que las tierras de labor van dejándose conquistar por pinos y eucaliptos, más rentables desde que la vaca lechera gallega dejó de interesar en Europa.

Según vamos avanzando con la Teneré por esta carretera bacheada y retorcida nos vamos acercando a Meira y dejando atrás a unos lugareños que no perdían detalle al paso de nuestra negra montura, por lo inusual, (no del color, sino de motos por la zona). Meira, situado a 35 km al noreste de Lugo, tiene una Iglesia del S. XIII, que no vimos porque hoy no tocaba iglesia, tocaba carretera, ruta. Al igual que tampoco vimos el nacimiento del rio Miño por el mismo motivo. (pero estuvimos a 200 metros )
Proseguimos nuestra particular singladura, con el tiempo un poco más frio y más húmedo, con dirección a Mondoñedo, tierra de obispos y capital de los bretones de Galicia, celtas de la provincia romana de Britonnia que, durante los siglos IV a VI arribaron por miles a las costas gallegas. Es precisamente antes de llegar a Santa Maria de Bretoña cuando dejamos la carretera principal, la LU-122, para introducirnos en una infecta carretera de tercer orden por la que atravesaríamos el Cordal de Neda o A Corda, una sierra con tradición caballísta con altitudes no superiores a los 800 metros, pero con una carretera retorcida que discurre entre carballos, toxos y uces, con a Terra Chá al sur y las tierras verdes de Lourenzá al norte.

 

La rueda trasera está en las últimas y en las zonas más bacheadas y húmedas me hacía pasar algún que otro susto. En cualquier caso la velocidad era, igualmente, moderada.
A 10 km de Mondoñedo ya vislumbramos la población, allá abajo, con su catedral y con su monasterio. Parecía cerca, pero para llegar es necesario bajar la montaña en zig-zag intentando disfrutar de las paellas, más bien sartenitas, sin que la rueda trasera nos adelante.

 

Ya en Mondoñedo, la primera visita es a la catedral, fundada por el obispo don Martín en el 1248.

Os acordáis de O Rei das Tartas, aquel cocinero de bigote inmenso que salía en el concurso Un, Dos, Tres? Pues era de Mondoñedo, aunque ahora sus herederos regentan una cadena de franquicias con su nombre. Les tomamos un café.
Paseo por la villa y admiramos sus callejas medievales organizadas alrededor de la catedral.
De Mondoñedo a Ribadeo por la nacional puesto que se nos hace tarde y a estas alturas del año, (21 de noviembre), por estas tierras del norte además de frio hay una humedad que se te mete hasta los huesos, atravesando gore-tex y thinsulate.
El trayecto es aburrido y sin nada que reseñar. Si fuera verano nos hubiésemos acercado a la zona de playas, muy cerca de Ribadeo, especialmente a la Playa das Catedrais, impresionante con marea baja por las caprichosas formas que lel mar ha esculpido en las rocas. Bandera azul.
De Ribadeo a Vegadeo bordeando la Ria del Eo, pero disfrutando poco del paisaje porque está oscureciendo y la visibilidad es escasa. Lo mismo nos ocurre en la comarca de los Oscos y Taramundi; ya es de noche y no se ve un carajo, Llegamos al punto de partida con frio y con 230 km a la espalda, la mayoría por carreteras infectas, llenas de curvas y con mal piso… a mi es lo que me gusta. Una tarde muy agradable.