Los ejércitos, y las guerras en particular, han sido siempre un motor poderoso para la innovación y después de cada contienda importante hay avances tecnológicos de gran calado. El «avance» que supuso la Segunda Guerra Mundial en este sentido es indiscutible y los tres engendros que hoy traigo a Viajo en Moto inspiraron a un ingeniero italiano para crear una de las motos más icónicas de todos los tiempos: la Vespa.
Al comienzo de la SGM el ejército italiano decidió crear una motocicleta que pudiera ser lanzada en paracaídas para que las tropas pudieran moverse con facilidad y rapidez detrás de las líneas enemigas. Para ello debían diseñar una máquina ligera, pequeña y fácil de transportar. Así fue como surgió el Volugrafo Aermoto, que entró en producción en 1943 con 600 unidades destinadas a la división aerotransportada «Ciclón». Llegaron a construirse unas 2000 Volugrafo que fueron usadas, sobre todo, en la costa del Adriático y en el frente de Roma.
En un chasis de tubo de acero portaba un motor de dos caballos de potencia y era capaz de llegar a los 50 km/h. Disponía de un gancho para transportar un remolque de pequeñas dimensiones y carecía de suspensión. El depósito, de 9,5 litros se ubicaba debajo del asiento y montaba doble llanta en cada eje para ejercer buena tracción en pendientes.
A pesar de que, una vez en tierra, podía ser montada en solo dos minutos, el soldado quedaba expuesto al fuego enemigo a la hora de recuperar el artefacto. Por cierto, aprovecho para hacer un inciso y señalar que la Convención de Ginebra no prohíbe disparar a los paracaidistas en el aire.
La Luftwaffe le vio su utilidad al cacharro y comenzaron a usarlas en varios frentes a la par que los ingleses, siempre con miedo a quedarse atrás, desarrollaron su propio modelo, la Welbike.
El parascooter o Welbike tenía la particularidad de que el depósito de combustible estaba a la misma altura que el carburador con lo cual no se alimentaba por gravedad y había que presurizar el depósito con una bomba de aire. El ejército de Su Graciosa Majestad las usó tanto en Europa como en el Norte de África, llegando incluso a lanzar algunas unidades en el frente ruso. También participaron en la operación del Desembarco de Normandía.
Como no hay dos sin tres, EE.UU. se sumó a la fiebre motera militar y fabricaron la Cushman 53 en el año 1944. El nuevo modelo, al igual que el inglés en el que estaba inspirado, carecía de cualquier concesión a lo superfluo, prescindiendo de iluminación o suspensión. Este último detalle quedaba más o menos solventado con unos muelles bajo el asiento. La guerra no es algo cómodo, ya lo sabemos.
La Cushman montaba el motor más potente de las tres, un 242 cc. que daba una potencia de 4,6 caballos y una velocidad de casi 70 km/h. y se fabricó hasta el final de la guerra. Después, la factoría Cushman de Nebraska, aprovechó el diseño y con algunas mejoras, como la suspensión y las luces, siguieron fabricando una versión civil del scooter durante algunos años. El 1965 echaron el cierre definitivo.
Al terminar la contienda, Enrico Piaggio decidió construir una moto económica y versátil para sobrellevar los duros tiempos de posguerra. Encargó al ingeniero Corradino D’Ascanio el rediseño de un primer scooter que no le convencía del todo y Corradino, que se inspiró en las motos plegables de la Segunda Guerra Mundial para crear la Vespa.
Graciñas Roberto…
… interesante articulo motero-belico!
[…] fue una bici-moto de las brigadas paracaidistas inglesas, un engendro mecánico anterior a las motos plegables de las que hablamos hace algunas semanas o una Puch 200 de doble pistón del año 1938. Los […]