Mi Vespa, mi mujer y yo es un libro escrito por el matrimonio Sauvage, Daniel y Françoise, en el que narran su vuelta al Mediterráneo en Vespa. El viaje arranca en París desde donde parten hacia la Costa Azul con un equipaje que incluye cosas tan inverosímiles como tres latas de betún, una pistola, 18 rollos de papel higiénico y… un perro, español, para más señas.
La narrativa es un tanto pobre, sobre todo teniendo en cuenta la pésima traducción de Julio Gómez de la Serna. No me explico como este abogado, condecorado por el gobierno francés con la Legión de Honor, con decenas de traducciones en su haber, tiene tan poco tino en sus trabajos. Giros artificiosos, expresiones cursis y construcciones rebuscadas son marca de la casa.
El texto original tampoco es que sea gran cosa en cuanto a literatura de viajes pero ofrece una visión peculiar de algunos aspectos de la vida en los años 50 desde el punto de vista de una pareja joven que se embarca en una gran aventura.
Viajar por las carreteras de Grecia o Siria en aquellos años era todo un desafío y un ejercicio de estoicismo. No solo porque las vías de comunicación de muchos países era pésimas sino por el desconocimiento de las costumbres y la idiosincrasia de cada lugar. Françoise (Francisca en el libro) nos describe, desde el punto de vista de una fémina de los cincuenta, aspectos de la vida social que pueden parecer irrelevantes pero que nos ofrecen su visión desenfadada de la vida. Resulta un tanto machista su enfoque pero estamos hablando de la sociedad de mediados del siglo pasado que además, hablando de una chica francesa, era mucho más avanzada que la española de la época. Muy metida en su papel, se la nota plegada a los deseos de su marido en varias ocasiones.
El terremoto de Grecia de abril de 1954, que destruyó casi 14.000 edificios en la llanura de Tesalia, les hace caer en la cuneta y soportan las réplicas con bastante entereza y humor metidos en la tienda de campaña. A partir de aquí se suceden aventuras mundanas y peripecias variadas. Una de ellas, fruto de su inconsciencia de turistas, sucede en Jordania cuando, desoyendo las advertencias de los locales, visitan la ciudad de Almoq y son apedreados por ser infieles. Y porque Françoise no guardaba las formas exigidas por los musulmanes radicales,que eran mayoría.
La Vespa requiere atención constante en cuanto a bujías, aceite y tiene que pasar por diferentes talleres en varias ocasiones. Con estos gastos corría la central de Piaggio en París que les había dado su apoyo.
Su paso por España ahonda en algún tópico pero mencionan algo muy interesante: la velada que pasaron en el Barrio de Triana, en Sevilla, escuchando flamenco en el Cortijo «El Guajiro», uno de los locales más emblemáticos de lo «jondo» en Andalucía y que cerró a finales de los años 60. Los puristas del género aún lo recuerdan y está considerado como una gran escuela de artistas.
El libro es difícil de conseguir y ya está considerado una pieza de coleccionista así que, si lo ves en una librería de viejo, no lo dejes escapar. No esperes, eso sí, un libro de culto porque no lo es. Su mayor atractivo reside en la visión que nos da de todos los países ribereños del Mediterráneo en los años 50, un viaje que, a día de hoy, resulta imposible.
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debe ser super bonito… me recuerda a uno que tengo de un viaje a bordo de un cochecito.. eran tres en un seat 600 de BCN a Beirut
Son un poco pacatos y la traducción no es muy buena pero el libro, por lo que tiene de histórico, mola.