Terminado, con absoluta delectación y aún con el agrado del regusto que deja, el libro de Ted Simon “Los Viajes de Júpiter”. Me veo incapaz de desgranar mucho más allá de la simpleza de su argumento: un viaje en moto alrededor del mundo.

Bajo la apariencia simple de este planteamiento se esconden cuatro años de la vida de Ted con todos sus sinsabores, con las batallas ganadas y las perdidas, con todo lo que implica. Un viaje de cuatro años de duración por los lugares más variopintos que sospecharse pueda.

Pero eso no es todo. El viaje comienza en el año 1974, cuando muchos de nosotros mirábamos las motos desde la confortabilidad de la mano de mamá apartados de los convulsos acontecimientos de la España predemocrática. Se me antoja tarea difícil el imaginar al motorista patrio de la pacata sociedad setentera iniciando un viaje de tales características.

Pero no hemos venido hoy a hablar de Carrero por los aires ni de las postrimerías del tardofranquismo.  Lo que nos preocupa es lo que hacía el bueno de Ted por aquel entonces: VIAJAR. Además así, con mayúsculas con una Triumph Tiger de 500 cc. Mientras aquí se debatían en las variadas batallas para el pacífico destrone del dictador, Ted, un periodista medio inglés, medio francés, medio alemán, se embarcaba rumbo a África desde Londres. Su intención: cubrir más de 120.000 km.

No sé que me ha impresionado más de Los Viajes de Júpiter, si el hecho de hacer todos esos kilómetros en moto en aquella época o el modo en que el viaje fue cambiando al autor conforme iban avanzando los años y la distancia recorrida.

Mientras leía iba avanzando en el conocimiento del autor, siendo testigo, aunque un tanto tardío, de su evolución como viajero y como persona. Viviendo, casi de primera mano, las dificultades, las experiencias, los pensamientos, las vivencias… todo lo que se le iba planteando a lo largo de su recorrido. Cuanto mas leía, más iba sintiéndome compañero de ruta en la distancia. Asistía, cada noche, cada tarde de asueto, a sus encuentros y desencuentros con lo más variopinto del paisaje humano.

Era testigo de los problemas en las fronteras, dela lucha, (siempre perdida de antemano), con la implacable burocracia. Y sorprendiéndome en cada giro del viaje, – alguno de ellos de gran calado en su vida- , o con su enorme determinación para culminar el objetivo.

Es, al fin y a la postre, Los Viajes de Júpiter no debe faltar en la biblioteca de cualquier motorista que se precie de serlo

los viajes de jupiter