Grandas- Plasencia 570 km


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Erotismo en Curva

 

Como no podía ser de otra manera, al final llegó el día de salir con destino a Mauritania de modo que, un viernes por la tarde, con agradable temperatura, me estaba encaminando hacia la N-VI, dando saltos entre los baches de la carretera de Fonsagrada.

No había nervios, ni dudas, ni esa zozobra tan peculiar que se apodera de uno cuando parte hacia un destino un tanto incierto. A cambio, me inundaba una gran tranquilidad y, como me gusta decir tantas veces, la ruta “fluía” con parsimonia en aquella tarde primaveral.

 

No tardé en llegar a “mi curva”, esa sobre la que escribo en algunas ocasiones. Está en la carretera de Fonsagrada a Lugo y, desde hace mucho tiempo, me tiene hipnotizado. Ese día, con la moto cargada, no tenía muchas esperanzas de negociarla con elegancia pero al llegar y encarar la rueda delantera me acogió con la pasión tierna de una novia primeriza. Con la moto inclinada y rodando con suavidad el tiempo pareció detenerse y el sonido del viento silenciarse. Sentí la caricia de la curva, el tacto aterciopelado de una trazada perfecta y el vello de la nuca y los brazos se me erizó. Creo que, en ese momento, hubiese podido cerrar los ojos y continuar en un bucle infinito. Al igual que cuando comes un bocado delicioso, al encarar la contracurva, exhalé un suspiro acompañado de un “mmmm” que tenía un no se qué de erotismo. Las curvas perfectas existen y esta es la mía, sin lugar a dudas.

 

Había quedado con Molina en las cercanías de Benavente y hacia allí me dirigí entre el escaso tráfico de la N-VI y el frescor de una tarde primaveral. Al llegar a Barcial del Barco, ya metido de lleno en la Ruta de la Plata me detuve a esperar a Molina, que venía con tres cuartos de hora de retraso. Allí, sentado en la terraza de un anodino bar de pueblo, castellano donde los haya, me dediqué a aguantar con estoicismo la vociferante algarabía de los parroquianos que jugaban a subastado. Cuatro jugando y siete mirando se convierten en una tropa lo suficientemente ruidosa para poner nervioso a cualquiera.

Molina hace su aparición, escoltado por dos amigos que nos despiden mientras ponemos rumbo al sur, rumbo a las ignotas tierras mauritanas. Estos días están en plena campaña electoral por allí, y yo espero que no tengamos ningún problema con la convulsa situación política.

La primera parada la hacemos en Guijuelo donde el hermano de Molina corría con la organización del Campeonato de España de Rallye de Tierra. Allí rebasamos los controles de la policía local con nuestras motos como si fuéramos parte de la organización y nos colocamos al lado del podium de salida ante la atónita mirada de los cientos de espectadores. Cuando llegó el hermano de Molina rematamos nuestra actuación sacándonos unas fotos bajo la pancarta de salida mientras el público nos miraba con extrañeza.

Rallye de Guijuelo

Rallye de Guijuelo

Dejamos Guijuelo y el rally y seguimos, siempre en dirección sur, hasta que me percaté de que Molina ya no me seguía. Se había desviado hacia Béjar para repostar. Primeros momentos de duda que enseguida se solucionan con una llamada telefónica.

Van sucediéndose los kilómetros con buen ritmo, incluso cuando me equivoqué y atravesamos Salamanca por el centro de la ciudad. La idea era llegar a Mérida y salir por allí a tomar algo pero, conforme iba cayendo la tarde nuestro objetivo del día iba diluyéndose con la puesta de sol. Habríamos de conformarnos con llegar a Plasencia junto con las primeras gotas de agua del viaje. Yo no llevaba traje de aguas. Me parecía un auténtico despropósito ir hacia el desierto llevando tamaña impedimenta y un contrasentido de mal augurio así que, de milagro llevaba los forros de abrigo de la ropa de cordura.

En Plasencia nos tomamos unos vinos por el centro mientras íbamos conociéndonos un poco más. Hasta la fecha Molina y yo solo nos habíamos visto en dos ocasiones, la primera apenas media hora para corroborar que el proyecto iba en serio y establecer, un poco por alto, la ruta a seguir. Nada más. Creo que ambos sabíamos que no iba a haber problemas entre nosotros en todo el viaje pues congeniamos bien desde el principio y, conforme ibamos avanzando en estos primeros compases, las coincidencias en el carácter y en lo canallas, nos auguraban un buen feeling.

Así las cosas nos fuimos a dormir a un hostal con el enorme deseo de llegar a Marruecos cuanto antes y atravesar luego el Sáhara Occidental en direccion a Mauritania.