Tortilla deconstruída

Tortilla deconstruída

Hace unos meses llegó a mis manos, bueno, a mi ordenador, un artículo muy interesante de la revista Atlántica XXI en el que se daba cuenta de los bares lumpen de Oviedo. Se trataba de un recorrido por los bares de barrio,, algunos cutres, otros sucios y todos llenos de singularidad atroz. El escritor Ernesto Colsa los descubrió para nosotros pero eso era insuficiente; se imponía una visita a los lugares de los hechos y poder constatar por nosotros mismos la imparidad de estos establecimientos.

A las 18:20 horas, con la moto aparcada y sin intención de moverla hasta el día siguiente por motivos obvios, me dispuse, junto a Luis Miguel, “Gianola”, a recorrer los antros secundarios de Vetusta, como quien realiza una exploración por terrenos ignotos. Mi amigo venía pertrechado con abundante documentación: plano, artículo, referencias de distancias y una idea clara del recorrido a seguir. Por duplicado, oiga.

Un taxi nos dejó en las inmediaciones de la antigua cárcel, después de haber hablado de coches, de motores eléctricos y de consumos energéticos. Mal comienzo por hablar de coches y aún peor porque el primero de los locales estaba cerrado. No sólo eso, remodelado. Para mi era el signo inequívoco de que la decadencia de lo kich estaba tocando fondo.

Conseguimos sobreponernos gracias a nuestro ánimo encendido y escalamos las calles empinadas hacia el segundo de la lista. Los caminos del Señor son inexcrutables así que, después de tener que volver sobre nuestros pasos, terminamos ante la Iglesia de San Pedro de Los Arcos y admirando los impactos de los obuses de la Guerra Civil. Dicen que están incrustados en sus paredes pero, como era de noche, solo conseguimos ver unas sombras. Actuó de guía un rumano que pedía limosna con mucho desparpajo a la puerta del tempo. No parecía un mal negocio. Lo del rumano, digo.

Impulsados por la sed y, sobre todo, por el ansia viva de comenzar la exploración llegamos al bar La Parroquia que, dada la cercanía con la iglesia, nos pareció un nombre muy adecuado. El dueño del establecimiento nos dedicó una mirada lacónica, por decir algo porque la verdad es que creo que en aquel momento le resultamos transparentes. Dos vinos.

  • Jefe, qué le debo?
  • Uno veinte.

Vale, nada podía salir mal si no caíamos en la tentación de comer pincho. Una tortilla desmembrada agonizaba sobre la barra al lado del recipiente para los papeles. Podría llamarle papelera, pero prefiero lo de recipiente. Lo que por la mañana supongo que sería ketchup untuoso, a las siete de la tarde ya había perdido su frescura y me hizo pensar en una tortilla sangrante, herida por palillos planos.

Al fondo dos televisiones de plasma mostraban un  partido de fútbol y un documental de cocodrilos. Los ojos ya me hacían chiribitas con el primer vino. Destrás de nosotros, en un hueco de difícil clasificación, un monumento a la flor de plástico. Me recordó un cuadro de Van Gogh, Los Girasoles, pero no quise parecer pedante y me abstuve de hacer comentarios. Cuando ya nos íbamos reparé en que el techo parecía haber sido víctima de una explosión piroclástica.

Volvimos calle arriba para adentrarnos en las profundidades del Bar Vinjoy. Los tres parroquianos, el que fumaba y los otros dos, se nos quedaron mirando sin rubor así que poco más pudimos hacer que saludar con un sonoro “buenas tardes” a toda la concurrencia. Dos vinos, por favor.

A la hora de “desbeber” dudé si entrar en el baño de los hombres, de profundo olor a pis, o en el de las mujeres, a todas luces, sin estrenar.

Al fondo del bar, una chica leía en voz alta la prensa del día a una señora mayor y todos estábamos muy atentos. Atropello en el centro. Una lástima, ya le digo. El partido comenzaba y como no nos gusta el fútbol apuramos el vino para irnos. A nuestro lado un parroquiano pestilente atufaba a todos con un nauseabundo olor a sudor. Y no exagero.

La tarde estaba resultando muy prometedora: apenas si habíamos comenzado nuestro estudio antropológico y ya habíamos corrido un par de aventuras.

Decidimos desviarnos, un instante, para tomar un vino en el bar de un conocido el Tommy. Dos riojas. Son cuatro euros. Volvamos al lumpen.

IMG_0275El Raymond´s, un poco más allá, es una mezcla, en palabras de Gianola, de puticlub y Vacaciones en el Mar. Lo cierto es que su decoración con pretensiones, estilo años setenta, sus neones verdes y su ambiente en general resultan un tanto opresivos y creo que sería mejor llevar tres o cuatro copas de más para interactuar con corrección en este bar. Dos riojas, cuando puedas. La camarera es atractiva. Está buena, por decirlo en español castizo. Nos deja un cuenco de patatas fritas, los vinos y se va a los suyo. Gianola quería que nos hiciéramos una foto con ella pero me dan bastante corte estas cosas así que nos limitamos a mirarle las tetas desde el fondo. Son cuatro con cuarenta los dos vinos.

El siguiente en la lista era Las Dos Vías pero un cambio de nombre, el «reestiling» y el hecho de estar cerrado frustró nuestros planes.

Antes de seguir con nuestra ruta exploratoria nos detuvimos en la Sidrería Miguel, que conozco a la dueña (a la que, por cierto, no le hizo gracia que entrásemos en su bar cuando supo  nuestra misión). Dos riojas. Allí nos encontramos con Molina un tipo muy agradable,a la par que peculiar, al que conozco de un viaje que hicimos a Mauritania en moto. Hacía tiempo que no nos veíamos así que comenzamos a charlar de motos y viajes de forma compulsiva. Dos somontano. Me dió la impresión de que nuestra exploración se terminaba al llegar a la civilización. Nos habíamos atascado y entre motos, viajes y aventuras variadas parecía que nos íbamos a quedar a vivir allí. Eso no podía ser, teníamos una misión que cumplir. Hey, chaval, pon otros dos.

La Taberna Gallega es uno de esos sitios que andan “así, así” en cuanto a decoración y, si bien no se puede encuadrar en lo lumpen, tampoco le anda muy a la zaga. Señora, una jarra de ribeiro. Entre tentáculos de pulpo “a feira” y orella nos bajamos la jarra de ribeiro y comenzaron las familiaridades con las camareras y el dueño. Gente entrañable y amiga de personas como nosotros.

Estoy medio bolinga.

Aquí se terminan las notas de campo del día de autos pero recuerdo que nos fuimos a las Galerías Pidal para continuar con nuestro periplo barístico y acumulamos otro “fail” porque a esa hora las Galerías estaban cerradas.

Lejos de arredrarnos, este contratiempo nos subió la moral y decidimos que sería bueno seguir con la ruta de vinos otros día porque, así como quien no quiere la cosa, habíamos llegado a la hora de las copas. Yo creo que ya pasaba de la una de la mañana.

El Cubano

El Cubano

Pero mientras nos dirigíamos a la zona de copas en la Calle Mon, aún tuvimos tiempo de aportar un nuevo establecimiento al listado de Ernesto Colsa: El Cubano. La verdad es que no sabemos si se llama así o no pero de lo que no hay duda es de que el dueño es cubano. Gianola y yo, parados frente a la entrada nos miramos y, con un sólo gesto concluimos en que no podíamos dejar pasar la oportunidad. El bar es un antro alargado en el que se despachan hamburguesas hasta altas horas y en el que su dueño, el cubano, despacha improperios a diestro y siniestro, sobre todo si el tema a tratar huele a izquierda política. ¿Nos pone dos auténticos mojitos cubanos?. Un cartel nos conminaba a pedir el “auténtico mojto cubano” así que no quedó más remedio que entrar por el aro. Para entonces ya me creía el rey del mambo así que, cuando una conocida a la que no veía desde hacía seis años me saludó desde el exterior, estuve encantado en desplegar mi verborrea fluída e inteligente. Venía con su marido y se fueron enseguida.

Ahora sí, dábamos por finiquitada la primera jornada exploratoria y, el próximo día, ya con experiencia de descubridores intrépidos, podríamos seguir la tarea con solvencia.

Ahora, a las copas.

Justo antes de que cerrase El Cainzo, conseguimos colarnos bajo la persiana y disfrutar de la buena compañía de Luis y su mujer. Después de esto, obligado por Gianola, entramos en el Diario Roma, encontramos a más amigos y ya no me acuerdo del resto.

Continuará…