Hace muchos años que paso este puerto en moto. Muchísimos. Es uno de esos puertos de montaña del Occidente de Asturias de montañas viejas y redondeadas, cubiertas de brezo verde oscuro. Las cumbres y la mayoría de las laderas se calcinan cada año a causa de los incendios forestales. Se provocan para favorecer la regeneración de pastos, al menos eso dicen. Las zonas orientadas al Norte son más húmedas y están menos castigadas.
Me conozco la carretera muy bien, cada curva y cada bache. Sé a qué velocidad tengo que entrar en este giro y qué es lo que hay tras aquella loma. También conozco los caminos que se ven desde aquí. Allí, a lo lejos, el Camino de Santiago Primitivo y en la otra vertiente las pistas que llevan a los prados que sobreviven en el fondo del valle, testigos mudos de un pasado cercano.
La fuente mana agua a borbotones. No es de extrañar. Lleva todo el invierno lloviendo y nevando como hace años que no lo hacía. Conforme vaya avanzando el verano el chorro será cada vez más exiguo y, en septiembre o en octubre, desaparecerá.
Y hoy vuelvo a pasar el puerto como tantas veces. La única novedad que hay en el paisaje es el manto de nieve que cubre las zonas más altas. El asfalto está limpio y, en la mayoría del trazado, seco. Por momentos blanquea a causa de la sal que se vierte cada día. Unas nubes al fondo que presagian lluvia para la tarde y poco más.
Pero sí, hay algo más.
Hoy el paisaje tiene banda sonora. Acabo de instalar un sistema de bluetooth en el casco y voy escuchando la música que tengo almacenada en el móvil. Ya no escucho el ruido del viento en el casco. Ni el motor. Hoy la danza con la carretera se ha tornado más real que nunca y todo parece enmarcado de nuevo. Suena Vampire Weekend, en ingles. No tengo ni idea de lo que dicen. Ni me importa. Como por arte de magia este puerto hoy se ha transformado en un lugar distinto, con las mismas curvas, sí, pero distinto. Parece un documental o un paisaje de alguna película. De algún modo, al añadir un elemento extraño y predominante en cierto modo, todo ha pasado a otra dimensión.
Ya había probado esto de escuchar música el año pasado, durante el viaje a Noruega. Las aburridas carreteras suecas en las que el único paisaje eran abedules y abetos hasta la saciedad, también viraron hacia lago más dinámico. Pero aquellas eran carreteras nuevas para mí y, como es natural, mis ojos las miraban como algo novedoso. Sin embargo la carretera de hoy no es novedosa, es la de siempre.
Han pasado varias decenas de kilómetros y ahora asciendo por la carretera del Puerto de Somiedo. Encajonada entre el río y la pared caliza, discurre con discreción en este tramo recóndito. Ahora es Lila Downs la que canta. Más que cantar recita. Es una voz quejumbrosa y melancólica que parece fluir con el agua. Hace que me sienta afortunado y que sea consciente de todo lo que tengo que, sin ser gran cosa, es más que suficiente. Mi familia, mi moto y tiempo para salir a la carretera. Sonrío ampliamente y mi sonrisa inunda el interior del caso. Y mi sonrisa ilumina la carretera, y los túneles, y el río, y los montes nevados, y…
Y siento un escalofrío que me recorre los brazos mientras la mirada escapa del fondo del valle para posarse en las cumbres más altas.
¿Por qué nunca nadie me dijo lo que es viajar en moto con música? Ahora, cuando planifique un viaje, además de elegir las carreteras he de escoger la música con cuidado. ¿Me moveré por autopista durante muchas horas? Habrá que cargar AD/DC, por supuesto “Autopista” de Obús y también algo de Queen. ¿Carreteras tranquilas al lado del mar? Se me ocurre algo de chill-out o de la primera época de Mike Oldfield. Y Bela Ruse, arrastrando su voz tranquila encima de las olas. ¿Carreteras de montaña, reviradas y frescas? Kasabian, The Fratellis, The Strokes, The Shins… mucha variedad, como los paisajes que iré descubriendo. Y King Charles con sus pelos locos.
¿Y para las vías interurbanas con tráfico? Swing. Mucho swing y mucho jazz. Club des Belugas, repiqueteos de Jojo Effect y Ania Chow.
Cada vía y cada paisaje reclamará su música y ya no podré viajar de otro modo.
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