Sigo con el proyecto del Camino de Santiago en Vespino.

Ayer estuve en Garaje Paco para recogerlo, (al ciclomotor, no a Paco), y ya lo tengo en casa. Hoy hice el primer paseo, corto, porque se me ocurrió ir en vaqueros con el frío que hacía. Mis impresiones al respecto de la máquina son un tanto contradictorias.

Mientras el terreno sea llano el vehículo se mueve a una velocidad aceptable, pero cuando empieza la cuesta… ay! cuando empieza la cuesta. La velocidad decrece de forma alarmante y el viaje se convierte en algo que se acerca al tedio. Y eso que solo recorrí 25 km. El Puerto del Acebo no está hecho para Vespinos.

Me queda el consuelo de que los puertos que encontraré por el Camino no son demasiados.

Aún sigo confiando en la mecánica del chisme pero creo que tendré que replantearme la duración de las etapas que, de largas, van a pasar a ser eternas. Habrá que armarse de paciencia, mucha paciencia.

Comencé, hoy también, con el asunto del equipamiento, colocándole unas alforjas de cuero, (reaprovechadas de la Intruder), un pellejo de oveja negra en el asiento, detalle kitch donde los haya, pero efectivo y un pequeño portaobjetos debajo del manillar. Además de todo esto, para suplir la falta de información del velocímetro, que no funciona, le he colocado un termómetro y barómetro en el cuadro para saber, llegado el momento, si hace frío como para sufrir o me quejo de vicio.