Están locos estos cristianos
A las ocho de la mañana comienzan a sonar las campanas de la iglesia que tengo al lado. De su afilado campanario salen unas notas agudas y desagradables que se extienden por el valle como una maldición. Durante diez minutos maldigo al campanero y a toda su estampa así como el pésimo gusto del constructor de semejante instrumento de tortura. Al final el estruendo hiestérico es sustituído por otro un poco más grave y este por otro aún más y esta abominable sinfonía se repitió durante media hora con sus campanas en tono decreciente. Aproximadamente en el minuto veinte de concierto no pude más y me levanté refunfuñando y reprochando el poco respeto de estos cristianos por el descanso ajeno. ¿No les ha dicho nada su profeta al respecto?. ¿Acaso son necesarios treinta minutos de estruendo para llamar a [...]